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Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Meditación
Hemos iniciado el tiempo de la Cuaresma como camino de preparación a la Pascua. El evangelio de hoy nos ubica en la perspectiva de la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor; este es el misterio central de nuestra fe, es la Buena Noticia que contemplamos no como un recuerdo anclado en el pasado, sino como la realidad fundamental que se actualiza y nos da la salvación. Es la razón por la que podemos decir como san Pablo: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2, 16).
La Cuaresma en el camino del cristiano tiene una connotación importante. Es un camino de conversión, es un llamado a encarnar el misterio celebrado a la vida personal, familiar y social. De ahí el valor de las tres prácticas de este tiempo, como dice el Papa Francisco: “Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad”.
Entonces, hoy Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Primero, ir con él para seguir sus huellas, es decir, para buscar en el camino de nuestra vida la voluntad de Dios y abrazarla. Segundo, negarnos a nosotros mismos que no significa un desprecio de nuestro ser; al contrario, encontrar en Jesús el verdadero camino para descubrir el valor de la existencia que se hace verdadero servicio. Y, tomar la cruz, que no es resignación o fracaso, sino fuente de vida, buena noticia y fortaleza para asumir en el camino de la vida el proyecto de Dios.
No desfallezcamos, miremos adelante y hagamos el firme propósito de vivir este tiempo con un corazón que se deje renovar por el amor de Dios que es bueno con todos, misericordioso con nosotros.
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