Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 9, 22-25

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
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Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

Hemos iniciado el tiempo de la Cuaresma como camino de preparación a la Pascua. El evangelio de hoy nos ubica en la perspectiva de la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor; este es el misterio central de nuestra fe, es la Buena Noticia que contemplamos no como un recuerdo anclado en el pasado, sino como la realidad fundamental que se actualiza y nos da la salvación. Es la razón por la que podemos decir como san Pablo: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2, 16).

La Cuaresma en el camino del cristiano tiene una connotación importante. Es un camino de conversión, es un llamado a encarnar el misterio celebrado a la vida personal, familiar y social. De ahí el valor de las tres prácticas de este tiempo, como dice el Papa Francisco: “Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad”.

Entonces, hoy Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Primero, ir con él para seguir sus huellas, es decir, para buscar en el camino de nuestra vida la voluntad de Dios y abrazarla. Segundo, negarnos a nosotros mismos que no significa un desprecio de nuestro ser; al contrario, encontrar en Jesús el verdadero camino para descubrir el valor de la existencia que se hace verdadero servicio. Y, tomar la cruz, que no es resignación o fracaso, sino fuente de vida, buena noticia y fortaleza para asumir en el camino de la vida el proyecto de Dios.

No desfallezcamos, miremos adelante y hagamos el firme propósito de vivir este tiempo con un corazón que se deje renovar por el amor de Dios que es bueno con todos, misericordioso con nosotros.

JOHN JAIME RAMÍREZ FERIA

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