Al tablero ante la Cidh

Iván Ramírez Suárez

En su discurso de instalación de las sesiones número 159 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), su presidente James L. Cavallaro, insistió en evidenciar la grave y difícil situación que afrontan los defensores de derechos humanos, líderes sociales, indígenas y periodistas en el continente americano.

Y no es para menos. El delicado panorama presentado esta semana en solo dos días de sesiones, es preocupante y desalentador.

Honduras, considerado uno de los países más violentos del mundo, se sindica de no dar garantías reales a quienes se atreven a realizar denuncias y exigir justicia.

Perú afrontó serias acusaciones de maltrato, tortura y discriminación a la población Lgtb. Así mismo de la inexistencia de un verdadero Plan Nacional de Derechos Humanos que propugne por hacer realidad la reparación de las víctimas de la dictadura y el período de violencia 1980 – 2000 que según los cálculos dejó más de 15 mil personas desaparecidas.

Argentina es confrontada por adolecer de políticas públicas que garanticen los derechos de niños y jóvenes transgresores de la normatividad penal.

Cuba, que no tuvo representación oficial en la Comisión, enfrenta duros y serios cuestionamientos de persecución a disidentes de su sistema político y social.

Venezuela debió justificar por qué dificulta, entorpece y persigue el ejercicio periodístico. Además de estar sindicado de limitar la libertad de medios escritos mediante el ejercicio monopólico de la distribución del papel periódico y la adjudicación inequitativa y parcializada de la publicidad oficial.

Por su parte el Estado de Ecuador, que tampoco compareció a la Cidh, enfrentó duras críticas por las agresiones y censura de que vienen siendo víctimas periodistas y medios. Los gremios profesionales afirman que los años 2015 y 2016 son recordados como los años más críticos para el ejercicio del periodismo y la libertad de expresión en ese país. Según ellos, solo en el año pasado hubo más de 377 agresiones a periodistas y medios de comunicación. Mientras que en lo que va transcurrido del 2016, el número de agresiones ya supera las 400.

La semana que empieza mañana tendrá a los Estados de Colombia, Brasil y Bolivia sentados frente a sus denunciantes, dando explicación ante los comisionados por problemas similares o más delicados, dentro de un Sistema Regional de Derechos Humanos que aparte de estar en evidente crisis económica, empieza a generar serios reparos respecto al órgano político que lo creó, es decir, la Organización de Estados Americanos (OEA).

Porque si bien el Sistema de Derechos Humanos integrado por la Comisión y la Corte exhibe independencia y probidad, la OEA responde básicamente a los intereses económicos, geopolíticos y estratégicos de Estados Unidos, más no de los países débiles de la región, que es el resto.

Crítica válida que acrecienta y fortalece la desunión y ha creado la inestabilidad que hoy afronta el sistema.

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