¡Impajaritable!

Iván Ramírez Suárez

No encontré mejor adjetivo para calificar la relación existente entre el alcalde de Ibagué y el gobernador del Tolima, en este, su primer año de gobierno, que el título de esta columna.

Una relación muy previsible y anunciada, desde que las cartas políticas jugadas por ambos gobernantes en las elecciones en las que salieron triunfantes, les resultaron trocadas.

Porque es muy bien claro y para fortuna nuestra, que el póker de los Jaramillo se desbarató, tras el triunfo de Barreto. Y el de Barreto, por la apabullante victoria de Guillermo Alfonso Jaramillo.

Pero estas cartas trocadas, entre dos líderes políticos con proyecto propio, es lo que nos tiene en el insuperable dilema, no político, sino de ciudad y gobierno, por la inexistencia de una agenda común y única para Ibagué por parte de los dos gobernantes.

Hecho que imposibilita la unión de esfuerzos, recursos, gestión y proyectos tendientes a dar acertada solución a las necesidades apremiantes que requiere la ciudad.

La gestión e inversión proyectada por el alcalde y el gobernador, si bien es cuantiosa y ambiciosa, está descoordinada y aislada. A tal punto, que en algunos proyectos, parecen contradecirse.

El alcalde proyecta realizar 11 obras de infraestructura vial en su cuatrienio, con recursos provenientes de empréstitos, aporte ciudadano por valorización y del Gobierno nacional.

Por su parte el gobernador tiene en su agenda gestionar y ejecutar una apreciable inversión en las comunas y el centro de Ibagué, jalonando recursos del Fondo Nacional de Regalías y el Gobierno nacional, que para su cristalización requieren de la necesaria viabilidad de parte de Administración municipal.

A lo cual, la actual administración parece oponerse, pensando jugar políticamente correcto de acuerdo a la realidad electoral proyectada para las próximas elecciones de congreso.

Abrirle el grifo a Barreto para que fluya la inversión proyectada, es darle un hándicap al principal contendor político, cobrable por la ventanilla electoral de marzo de 2018. Y el palo parece no estar para cucharas.

De igual manera, transferir los recursos por parte de la Gobernación a la Alcaldía para que ésta los ejecute, luce como una torpeza política que tampoco el gobernador hará. Y ante este dilema impajaritable, perdemos todos los ibaguereños, incluida nuestra clase empresarial, que también siente el problema y en más de una oportunidad ha invitado a la unidad.

Ojalá la sensatez y las plegarias navideñas den luces y humildad a nuestros mandatarios para que apartados de cualquier interés grupal e individual, logren concertar una agenda común para Ibagué.

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