El vía crucis de Lelis

Iván Ramírez Suárez

Sobre el separador de la avenida 15 con carrera Quinta esquina de Ibagué, más de 500 semillas de naranjo son regadas con agua, disciplinadamente, a diario y hasta que germinen y crezcan a una altura no mayor de cuatro o cinco centímetros de altura, para luego ser trasplantadas en vasos de cartón reciclados, recogidos de las canecas destinadas para residuos sólidos ubicadas en el primer piso del edificio de la Gobernación del Tolima.

En este improvisado vivero, visible y vulnerable por animales y humanos, Lelis Ávila Legro, un emprendedor con edad superior a los 70 años, lucha por agregarle miles de pesos al salario mínimo que por concepto de pensión recibe como ex trabajador de Telecom.

Este tolimense, hijo natal de Venadillo, narra el continuo vía crucis que le ha tocado vivir para lograr sacar adelante a su familia.

En junio del año 2012, se subió hasta la cúspide de la antena ubicada en la azotea del edificio de la Gobernación del Tolima, en un claro intento de suicidio, desesperado y deprimido por la negligencia de la Justicia colombiana que le negaba su pensión de vejez.

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Su paisano, Luis Carlos Delgado Peñón, a quien conoció hace más de 50 años en la tienda de propiedad del padre del entonces gobernador, en Venadillo, lo recibió en su despacho pero lo despidió negándole el apoyo solicitado “porque su problema es que es demasiado viejo”, dice Lelis le respondió el gobernador, bastante compungido.

Ahora, dedicado a su vivero, ha logrado cultivar más de cinco mil matas de naranjo, que ubica en un lugar apretado de su residencia mientras consigue comercializarlos con clientes públicos o privados.

“Las ofrecí en Cortolima”, afirma Lelis. “Y cuando logré hablar directamente con el director Jorge Enrique Cardoso, me respondió en voz alta: a mí no me interesan los árboles frutales”, agrega Lelis.

Ante tan humillante desplante, siguió con su cruz a cuestas, le montó guardia al alcalde de Ibagué, a quien le echó el cuento a trancos largos sobre la Plaza de Bolívar, como suele suceder con Guillermo Alfonso Jaramillo, quien encantado de la historia empresarial, lo remitió hacia el Secretario de Desarrollo Rural, lo que entusiasmó al iluso empresario, por la naciente posibilidad de encontrar un apoyo institucional directo a su naciente empresa, pero además, bajo claras expectativas económicas de fortalecer y dar continuidad al proyecto.

Convencido que por fin alguien se interesaba en su idea, contactó al funcionario referido, sin que hasta la fecha y transcurridos varios meses, logre cristalizar apoyo alguno.

Acostumbrado por la vida a afrontar situaciones difíciles y adversas, Lelis trata de olvidar los actos de discriminación por su edad, el desdén de la autoridad ambiental, o las falsas expectativas muy comunes de los servidores públicos, y sigue luchando con su idea, sin olvidar que los intentos suicidas son cosa del pasado, y espera con dificultades hallar algún día no muy lejano, alguien o alguna empresa que esté interesado (a) en contribuir positivamente al desarrollo sostenible de la humanidad.

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