Menos tombos, más policías

Iván Ramírez Suárez

La palabra tombo surgió en Argentina. Minorías culturales y sociales idearon una forma de no hacer entender su habla de personas extrañas a ellas, bajo la fácil manera de hablar nombrando las palabras por sílabas, de atrás hacia adelante. La casa, era la saca. La plata, era la tapla. El puñal, era el ñalpu. Y allí, como los policías aún no tenían este nombre, se conocían como botón, por los vistosos botones resplandecientes que tenían sus uniformes, iguales a los botones de los lujosos hoteles, les decían tonbo, con ene.

Término que con posterioridad la Real Academia de la Lengua aceptó por su popularidad en la América Hispana, pero con la escritura bajo la regla ortográfica que antes de p y b se escribe m. Es decir, tombo. Y bajo el significado de: palabra despectiva con que se designa al policía.

Por eso en Colombia se le dice tombo al policía torpe, al guache, al agresivo y patán que utiliza su bolillo para garrotear a quien se le da la gana, haciendo mal uso del uniforme y la insignia que el Estado en nombre de los habitantes de este territorio les ha entregado, al designarlos como autoridad.

Policía es el buen ciudadano, respetuoso de lo que representa: autoridad. El cumplidor de su deber y acatador fiel de los derechos de quienes ellos tienen la obligación de proteger y defender. No de atacar, lesionar, chantajear, constreñir y hasta extorsionar.

Esta necesaria mención, por los hechos que a diario tenemos que denunciar o apreciar y realizados por tombos, que en nada le hacen bien a la Policía Nacional.

Y son precisamente estos tombos, quienes hacen que los ciudadanos terminen cogiéndoles animadversión, rabia y hasta desprecio a integrantes de esta institución tan importante como es La Policía.

En una situación de crisis económica, política, social e institucional como la que padece Colombia, se hace urgente que repensemos y corrijamos la forma como se viene preparando, formando y seleccionando a los integrantes de la Policía nacional.

Son las escuelas de formación institucional las que deben corregir el modelo pedagógico y ético que debe guiarlos para escoger y preparar a los policías. Se les viene formando para reprimir, avasallar, más que para prevenir, que es la verdadera función policiva.

Desde estas mismas escuelas se escuchan denuncias y quejas por discriminación, machismo, corrupción, acoso laboral y hasta sexual.

De ahí que quienes van escalando en grado y mando, repitan esa práctica contra sus subalternos y la población civil. La filosofía, sicología y el humanismo han cedido ante la represión y el uso de la fuerza bruta.

Una voz de alerta, que hace necesario corregir a tiempo. Formemos más policías para lograr tener menos tombos en las calles colombianas. Buen principio para rescatar la legitimidad de un Gobierno.

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