De pesadilla con Luza

Iván Ramírez Suárez

Debo reconocer que los problemas de corrupción en Colombia y el mundo no tienen límite y amenazan enloquecernos.

La pesadilla nocturna después de releer el lunes la información publicada en la web del disco duro del presunto computador de Luz Amparo (Luza), la chirriada esposa de Luis H., es un mal síntoma para mí.

En una enorme mesa de un apartamento de El Vergel en Ibagué, se empezaba un juego de monopolio (aquel en el que alguien cumple funciones de banco y los demás jugadores, con una base dineraria que entrega el banquero, compran el máximo de propiedades, ganando el más acaudalado al final).

Participaban Luis H. acompañado de Luza, el doctor Mata (Orlando Arciniegas), Mestre, el Ángel del Imdri, Uribe -el de Typsa, no el del Ubérrimo- y los hermanos Rodríguez -los de Ibagué, no los de Cali-.

Mestre quería hacer de banquero, pero Luis H. ordenó: le toca a Uribe, usted ya lo ha hecho cuando jugamos con los concejales. Cabizbajo, Mestre cedió.

Uribe pidió al doctor Mata que le ayudara a distribuir el dinero. Arciniegas, con un repentino brillo en sus ojos, de inmediato aceptó. Pidió prestada a Luza la máquina cuenta billetes que ella siempre lleva a estos eventos y recibida, empezó a contar.

A cada uno le fue entregando su parte. Al darle a Luis H., Luza, un poco desconfiada, los cogió y pidió la devolución de su máquina y fajo por fajo volvió a contar. Luis H., avergonzado, admitió la escena.

Que salga el alcalde, exclamó Uribe. Luza cogió los dados y los tiró. El número cayó en una empresa cementera. ¡La compro, la compro!, gritó eufórica Luza. La llamaré Boylam y la compartiré con un amigo. Luis H. asintió.

El turno fue para el doctor Mata. Echó tres pares seguidos y compró las tres propiedades que marcaron los dados. Oficina en Ibagué, casa en Pereira y apartamento en Bogotá. Escaso de dinero por las compras, Luis H. aceptó prestarle 450 millones, retornables al terminar el juego.

El turno fue para Mestre, cayó en la cementera de Luza y tuvo que pagarle arriendo. 500 metros cúbicos de concreto hubo de darle.

Jugaban los Rodríguez. Mario lanzó los dados y salió par. Al contar, cayó en un edificio de la 11 con Quinta de Ibagué. Lo compro, dijo Tulio. Lo llamaré T.E. ¿Torre Empresarial?, preguntó Mario. Nooo, Tulio y Eduard, corrigió él. De nuevo lanzó Mario y cayó en el estadio Murillo Toro. Lo compramos, dijeron los dos.

Faltaba Ángel. Y preciso cuando tiró los dados, alguien desde afuera gritaba: la Policía, la Policía. Era ‘El Chatarrero’, quien hacía de vigilante. Todos salieron espantados.

Ante la gritería, desperté.

@jiramirezsuarez

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