A dos meses de las elecciones en Venezuela

Ómar Felipe Rangel Martínez

A dos meses de las elecciones, Hugo Chávez se ha salido con la suya. Justo antes de rendir cuentas en los comicios por su responsabilidad en la crisis con la que su país ha tenido que lidiar desde el año pasado, su padecimiento y los rumores sobre su salud le han permitido evadir la culpa,

desviar la atención de los votantes y, por si fuera poco, hacer campaña con una nueva imagen. Como resultado de una mezcla entre nostalgia, populismo y medios, el oficialismo inclina la balanza a su favor. Todo está servido para que Hugo Chávez gane la contienda presidencial en Venezuela.

En el mes de julio del año pasado, la encuestadora local Datanálisis ubicó la popularidad del presidente Chávez en una cifra por debajo del 50 por ciento. En ese entonces la favorabilidad del mandatario caía en picada, debido a que su administración no ofrecía soluciones a la crisis energética, al desabastecimiento alimentario, a la delincuencia, a la inflación y al desempleo. Hoy todos los problemas arriba enunciados persisten; no obstante, su popularidad ronda el 60 por ciento y la intención de voto a su favor es del 46.1 por ciento, 15 puntos por encima de la de su rival Henrique Capriles.       

Detrás de estas cómodas cifras está un candidato resucitado del que los venezolanos se compadecen, que maneja un discurso apocalíptico y que cuenta con recursos inagotables. Por una parte, Chávez habla de amor y reconciliación, pero no pierde oportunidad para dejar en claro que su derrota es la debacle y el fin de la patria; y por otra, ha desempolvado una de sus tantas promesas populistas incumplidas, la Misión Gran Vivienda Venezuela. Mientras Chávez cuenta con los funcionarios de su gobierno para entregar casas por todo el país, con amplio cubrimiento de Venezolana de Televisión, Capriles tiene que realizar jornadas maratónicas en persona de las que apenas se ocupan los medios oficiales.

Aunque llega unida a la contienda, la oposición venezolana tiene que hacer campaña en unas condiciones muy desiguales.

El oficialismo controla a los medios de comunicación, cuenta con los recursos del Estado para repartir miles de casas a un par de meses de las elecciones y ha traducido con sagacidad la enfermedad de Hugo Chávez en réditos políticos. Al mandatario venezolano las promesas populistas y los recursos del petróleo le alcanzan una vez más para maquillar los resultados de una pobre gestión de gobierno.

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