A 50 años de la visita del general De Gaulle

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Hace 50 años el general De Gaulle realizó una visita histórica a America Latina. Durante 26 días visitó 10 países de la región, incluida Colombia, pronunció 49 discursos, 10 de ellos en Español.

¿Por qué fue tan importante? Estábamos en plena Guerra Fría. Los Estados Unidos consideraban que América Latina era su patio trasero; que en él podían ejercer un predominio hegemónico; y que a ningún otro país le era lícito disputarle la preeminencia que creían les correspondía por un “destino manifiesto”.

La voz de De Gaulle, rodeada por la aureola de quien había liderado la dignidad de la Francia durante la guerra, de quien había sido quizá el principal líder de la descolonización africana, de quien “había comprendido” aún al grave costo de su seguridad personal, que había llegado el momento de retornar a Argelia el derecho a su autodeterminación; de quien había devuelto a Francia con la Constitución de 1958 la estabilidad de sus instituciones; y de quien había puesto cara a los Estados Unidos y a Gran Bretaña: al primero retirando las fuerzas francesas de la Otán y dando a Francia la fuerza nuclear de disuasión, y a la segunda bloqueando su ingreso al mercado común europeo.

Tal fue la voz que se alzó con su inmenso prestigio en America Latina. Para decir a los Estados Unidos que esta región no era su patio trasero ni la de nadie. Y a los países del continente que no tenían por qué dejarse alinear como peones de nadie en aquel ajedrez de la lucha bipolar de la Guerra Fría que andaba en todo su fragor cuando el General hace su visita.

Fueron aquellos años cruciales para América Latina, como lo ha recordado muy bien y documentadamente Álvaro Tirado Mejía en el agudo libro que acaba de publicar sobre la década de los años sesentas.

Cuando De Gaulle visita la región acababa de pasar la crisis de los misiles en Cuba; la misma revolución de Castro se estaba consolidando; surgen los movimientos de extrema izquierda y las guerrillas en el continente; las tesis de la Cepal reafirmadas en la conferencia de Alta Gracia y en la primera Unctad, toman carta de ciudadanía; y por todo el continente corren aires nuevos y contestatarios.

Cuba es expulsada de la OEA; y los Estados Unidos invaden con gran malestar para la región a la República Dominicana. La guerra de Vietnam toma vuelo y se escala con ferocidad durante la administración Johnson que sucede al asesinado presidente Kennedy. Y es, también, la década cuando nace el movimiento de los NO Alineados.

Tal es el continente al que llega De Gaulle en el segundo semestre de 1964. Nunca había sido recibido un jefe de Estado en nuestros países como lo fue el General. Se calcula que en México lo saludaron un millón de personas.

Era la persona que encarnaba la dignidad y la grandeza no solo de su patria, sino además de otras muchas naciones a las que se había empeñado en darles la independencia; era el líder del célebre discurso de Phon Pen, que clamaba contra las hegemonías que intentaban imponerse en el sudeste asiático, vinieran éstas de donde vinieren; que a la Guerra Fría oponía la cooperación; y que desconocía el mandato de los fuertes para negar el derecho de los pueblos a desarrollarse de forma autónoma.

Pero también era el símbolo de la Francia culta, la de los derechos humanos, la de la revolución de 1789 que tantas generaciones Latinoamericanas formó durante el siglo XIX y comienzos del XX.

Quizás lo mas expresivo que tuvo esta visita está compendiado en el brindis que el presidente mexicano López Mateos hizo en París, un año antes de que el general De Gaulle nos visitara:

“Los primeros embajadores que Francia envió a mi patria, dijo López Mateos, no representaban en realidad a ningún gobierno. Eran los representantes de la cultura francesa. Se llamaban Descartes, Moliere, Racine, el abate Reynal, Diderot, Voltaire y Rousseau. Sus libros eran sus cartas credenciales. Éstos, leídos con avidez por los inspiradores de la independencia mexicana, han establecido entre nuestros pueblos un verdadero tratado de alianza desprovisto de todo formulismo oficial”.

Y así sigue sucediendo todavía hoy: a 50 años de distancia de cuando el general De Gaulle nos visitó.

Credito
JUAN CAMILO RESTREPO

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