Próspero 2019

Jaime Eduardo Reyes

Hoy termina 2018, mañana iniciaremos un nuevo año con gran significado: se cumplirán 200 años de la Batalla de Boyacá. El 7 de agosto de 1819, cerca a Tunja, se garantizó el éxito de la campaña libertadora de la Nueva Granada. Aunque es una fecha especial y como Nación hemos crecido, aún nos falta mucho para alcanzar el sueño de libertad y progreso que imaginaron nuestros fundadores.

Somos una Nación en formación, cuando observamos otras milenarias naciones en el mundo nos damos cuenta de que aún estamos en edad temprana. Esta realidad nos invita a seguir trabajando por hacer de nuestra patria la mejor posible.

Para crecer como Nación es necesario alcanzar los propósitos comunes, aquellos que juntan los intereses de todos. Este deseo debe validarse desde el nivel local hasta el nacional. Mejores condiciones de vida, un mejor futuro para nuestros hijos y nietos son el factor común de todos los propósitos.

El 2019 será un año electoral, de elecciones locales, en donde podremos avanzar o retroceder en la consolidación de nuestra Nación. Los gobernantes darán inicio a la tercera década del siglo XXI, será la época para consolidar la paz, el gran propósito nacional de las ultimas dos décadas.

Ahora bien, hay un nuevo propósito nacional -acabar la corrupción-. Este mal opera como un “mecanismo” que se nutre de la complicidad de muchos, se alimenta de la ilegalidad, de la indolencia de los funcionarios públicos, de la complacencia de los agentes privados. Muchos creen que esta batalla está perdida, otros nos resistimos a creerlo.

La complicidad, la indolencia y la complacencia se nutren de la pobreza en todas sus dimensiones: pobreza económica, pobreza democrática, pobreza institucional. No podremos ser una mejor Nación si no superamos la pobreza, no solo la económica; no podremos ser una mejor Nación si la corrupción y la ilegalidad siguen moldeando el comportamiento de los funcionarios públicos ante la inercia de la gente.

Por eso, es totalmente reprochable que la política siga estableciendo antivalores en nuestra sociedad, cuando su razón de ser es asignar valores ética y moralmente correctos. Cómo se puede pretender ser una mejor Nación si la sociedad sucumbe ante la ilegalidad y los delitos sin siquiera dar la pelea.

Y es más reprochable que dirigentes cuestionados y sancionados pretendan representar los intereses de la sociedad. Y es aún mucho más reprochable que algunos dirigentes se arropen con la bandera de la transparencia y el cambio de costumbres cuando nunca las han representado.

Esta noche todos los hogares anhelaremos nuestros propósitos, la gran mayoría oraremos a Dios para que este nuevo año llegue con bendiciones para todos nosotros y, confiando en el Señor, así será. Ojalá tengamos un espacio, no importa si es pequeño, en que pensemos cómo concretar el propósito común de mejorar como Nación.

Coletilla: Deseo a todos mis lectores y a la familia de EL NUEVO DÍA un feliz y próspero 2019.

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