Perder es ganar un poco

Hugo Rincón González

Con esta lapidaria frase del ex-técnico de fútbol Francisco Maturana se podría resumir el resultado de la Consulta Anticorrupción que se desarrolló el pasado domingo en nuestro país, pues aunque este mecanismo de participación que se consagra en la Constitución Nacional, no alcanzó el umbral, sí generó un impacto político que se vuelve un mandato para el gobierno y sobre todo para el Congreso de la República.

Para muchos observadores es insólito que Colombia siga generando este tipo de hechos. Un país que vota en contra de un proceso de paz con la guerrilla más antigua del mundo, que luego elige como presidente al candidato que juntó a todas las fuerzas políticas señaladas como las culpables de los males de la Nación y ahora, al consultarle si quiere acabar con la corrupción, se manifiesta en contra de ese anhelo que se creía tiene la mayoría de los ciudadanos colombianos.

Lo que sigue demostrando la sociedad colombiana es una gran apatía en su participación en estas jornadas electorales cuando no hay estímulos tradicionales como la compra de votos con lechona, tamal o transporte para movilizar a los votantes. Muy seguramente los resultados de la consulta están relacionados con que la mayoría de los partidos políticos no hicieron campaña o lo hicieron soterradamente en contra de ella. No vimos en el Tolima ni en las regiones a los activistas pagados por los políticos movilizando la gente, ni promoviendo su llegada a las urnas, como sí se ve en las contiendas para elegir presidente, congresistas, gobernadores, alcaldes y demás.

Conspiró contra la consulta la falta de propaganda de los medios masivos de comunicación. Ni en la televisión, ni en la radio se pasaron cuñas como profusamente se hace en las demás elecciones porque no había recursos públicos destinados para este fin y por supuesto las empresas políticas tradicionales no tenían interés alguno en hacerlo.

Cuando se promovía la campaña en los sectores populares, muchos de ellos enseñados a las prácticas clientelistas tradicionales, manifestaban que ese mecanismo de participación ciudadana no servía para nada y que en este país nada cambiaría. Se percibió desconfianza frente a la utilidad de la consulta y frente a las instituciones, muchos de ellos piensan que deben sobrevivir a pesar de ellas y no gracias a ellas.

Sin embargo para muchos ciudadanos que participamos en esta consulta, el hecho de que la misma haya alcanzado un número de votos superiores a los que eligieron al presidente, tienen un significado político y un valor moral sin discusión ni precedente.

Debe tener consecuencias políticas porque hay unas nuevas ciudadanías que se hartaron de la corrupción que esperan cambios en las prácticas y las maneras en que gobiernan los decisores. Sin duda estos millones de votos espontáneos, independientes y conscientes, muestran que hay un agotamiento de la clase dirigente, a la cual la ciudadanía ya no le cree y que por ello reclama un cambio que permita una mejor sociedad.

Como colofón hay que decir que el Tolima sigue siendo un departamento donde triunfa la abstención, solamente votaron 337.539 tolimenses del 1.062.821 habilitados para participar. Solamente cuatro municipios estuvieron por encima del umbral del 33%: Ibagué, Espinal, Falan y San Antonio, muy seguramente esto obedeció a un mayor compromiso de las alcaldías y de las organizaciones sociales que trabajaron por este objetivo.

El mandato que arroja la consulta que, perdiendo gana un poco, es que el gobierno no puede ignorar sus resultados; por ello el presidente convoca a los promotores de la consulta y todos los partidos políticos a trabajar por un pacto contra la corrupción.

Veremos...

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