Paz y dificultades

Hugo Rincón González

Todos sabíamos que la construcción de una paz estable y duradera, ni mucho menos sería un proceso sencillo. Podíamos imaginar que no era lo mismo elegir un gobierno que claramente le apostara al cumplimiento de los acuerdos con las Farc que uno que enarbolara las banderas de hacer reformas estructurales a los mismos; sin embargo, cuando nos acercamos a los primeros 100 días del mandato del presidente Duque, negros nubarrones se asoman en el paisaje nacional y amenazan con hacernos retroceder a la confrontación armada.

Muchos colombianos tienen la sensación que no se ha avanzado de una manera importante en la implementación de los acuerdos y entre ellos hay una opinión creciente en que ni el gobierno ha cumplido, ni las Farc tampoco. Esta sensación se origina en varias dificultades que ha tenido este proceso y de las cuales podríamos señalar algunas que se consideran fundamentales:

1. La dificultad en la comprensión del conjunto de los acuerdos por parte del nuevo Gobierno nacional que tiene paralizada la institucionalidad creada para la implementación. Los empalmes son complejos porque producen tremores entre los procesos que están caminando y los que pretenden desarrollarse en adelante.

2. Sin duda la posible extradición de ‘Jesús Santrich’ le ha metido un enorme ruido al proceso, al ser señalado de actividades relacionadas con el narcotráfico luego de la fecha en que se firmó el acuerdo de paz. Para la Farc este hecho es un montaje orquestado desde la Fiscalía y la justicia norteamericana, que produce una enorme inseguridad jurídica para todos los mandos que participaron del proceso que culminó con la dejación de armas y el surgimiento del nuevo partido político.

3. Ligado al elemento referido anteriormente de la seguridad jurídica, la extradición de ‘Santrich’ como lo comentan varios analistas, produciría un desgrane de al menos 30 mandos medios de esta exguerrilla para las disidencias, lo que en la práctica significaría revivir a las Farc y recomenzar el conflicto armado con una insurgencia que demostró en el pasado un importante nivel de desestabilización en varias regiones del país.

4. Si el proceso de regreso de los mandos medios al conflicto armado no se diera hacia las disidencias, el riesgo que surgiría es que estos comandantes empiecen a promover un proceso de bandolerización en las regiones donde desarrollaron su actividad militar y la paz construida hasta el momento, naufrague ante hechos delincuenciales que se presentarían en muchos sitios del país.

5. El Gobierno ha jugado a dividir a las Farc en la medida en que habla de su preocupación por atender las necesidades de la guerrillerada y que los miembros del antiguo secretariado que hoy hacen política se mantengan en la legalidad, pero no construyó un proceso de atención a los mandos medios que eran los que dirigían y sabían hacer la guerra en las diferentes regiones. Similar situación se dio en el proceso de negociación con los paramilitares y eso podría explicar la numerosa presencia de bandas criminales en varios puntos de la geografía nacional.

6. La parálisis en el punto nodal del acuerdo referido a la reforma rural integral. Es evidente que luego de formulados los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial Pdet y el Plan de Acción para la Transformación Regional Patr, no se ha producido ningún avance y por el contrario esto amenaza en convertirse en una nueva frustración para las comunidades campesinas e indígenas que le apostaron a este ejercicio de planeación participativa como el eje fundamental para transformar el campo.

7. El aumento desproporcionado en el cultivo de coca en algunas regiones del país y la estrategia que ha anunciado el gobierno de la fumigación con glifosato. Pocos dudan que una vez se inicie el control de este cultivo de uso ilícito con este herbicida, se empezarán a dar movilizaciones de los campesinos cocaleros que reclamarán que lo acordado en la negociación entre el gobierno y las Farc era la sustitución voluntaria. Este hecho configura un verdadero polvorín que podría generar un enorme conflicto social en las zonas productoras de hoja de coca del país.

En medio de estas dificultades señaladas hay que mantener la esperanza de que la paz es posible y que estas circunstancias se resolverán de la mejor manera para aclimatar la convivencia y la reconciliación entre los colombianos.

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