Han pasado dos años

Hugo Rincón González

El pasado 24 de noviembre, se cumplieron dos años de la ceremonia realizada en el teatro Colón de Bogotá, cuando el anterior presidente Juan Manuel Santos y el máximo líder de la extinta guerrilla de las Farc, sellaron con un estrechón de manos el fin de un conflicto que azotó al país durante más de cinco décadas.

En este periodo el país ha podido vivir un cese definitivo del fuego y las hostilidades, además de un descenso de los indicadores de violencia producto de la confrontación armada con esta guerrilla. Con dificultados también hemos sido testigos del tránsito a la vida civil de más de 13.000 miembros de las Farc-EP, sumándoles a estos unos 3.000 guerrilleros privados de la libertad. Este hecho es tan importante que, en los municipios del Tolima azotados por el flagelo de la violencia insurgente, ya no se registra ningún hecho que pueda ser señalado a esta exguerrilla.

La firma de este acuerdo significó la dejación y destrucción de unas 9.000 armas de diferente calibre, toneladas de explosivos y decenas de miles de municiones, según resaltaron el representante del Secretario General de las Naciones Unidas para Colombia Jean Arnault, y el enviado especial de la Unión Europea para la paz en Colombia, Eamon Gilmore, señalando que estas cifras son las más grandes que cualquier guerrilla del mundo haya entregado en un proceso de negociación política.

Un indicador de la importancia de haber logrado este proceso de negociación con las Farc, es la disminución casi a cero de los soldados mutilados y recluidos en el hospital militar. Ha sido tan fundamental este hecho que este centro de atención ha buscado otro tipo de asistencias y actividades que pueda desarrollar que no sea atender a los afectados por la guerra.

A nivel político el acuerdo ha traído un clima de paz incluso en los momentos más álgidos que anteriormente eran las elecciones para congreso y presidencia de la República. En los pasados comicios se afirmó categóricamente que habían sido los más pacíficos de toda la historia de Colombia, elemento que sin duda es de lo más significativo.

Algunos escépticos dudaban de la voluntad política de las Farc, para que esta, siendo una organización guerrillera se transformara en partido político, sin embargo, hoy lo son y tuvieron participación electoral con representación parlamentaria elegida a la Cámara de Representantes y el Senado, a pesar de una escasa votación. Para los que decían que el país se le estaba entregando a esta fuerza insurgente, los resultados electorales mostraron que solamente 50 mil ciudadanos le dieron su respaldo en las urnas, un guarismo lejos de una posibilidad real de que a través de la vía electoral lleguen al poder.

Otros logros para resaltar son la creación de la Jurisdicción Especial para la Paz –JEP– y la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad –CEV–. La primera busca combinar el respeto al debido proceso, la participación de las víctimas y sanciones restaurativas para los participantes del conflicto; la segunda busca el esclarecimiento, reconocimiento y reconciliación en todo el país. Ambos mecanismos han sido ferozmente atacados por algunos sectores políticos, pero en medio de estas turbulencias funcionan y están llamados a contribuir de una manera importante para la consolidación de la convivencia y la paz entre los colombianos.

Luces y sombras ha habido estos dos años: las amenazas y asesinatos de líderes sociales, el surgimiento de disidencias en muchas regiones del país, la incapacidad del estado para brindar seguridad en los espacios abandonados por la guerrilla de las Farc, la desfinanciación de programas estratégicos como los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial –Pdet–, las incomprensiones del nuevo gobierno que no habla de posconflicto y ha congelado de alguna manera el proceso de implementación, entre otros.

Tenemos una paz imperfecta, pero estos dos años de implementación muestra que es mucho mejor esto que una confrontación fratricida entre hermanos colombianos, la mayoría campesinos pobres, por ello debemos apostarle sin esguinces a la consolidación del sueño de una paz estable y duradera que haga posible avanzar en la construcción de un país donde la dignidad y la vida buena sea posible para todos.

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