Los programas regionales de desarrollo y paz II

Hugo Rincón González

Los programas de desarrollo y paz han surgido en muchas regiones del país, desde el Magdalena Medio, pasando por el Meta, Casanare, Boyacá, oriente antioqueño, Montes de María, comunidades indígenas, afrodescendientes, Arauca, Valle, Huila y Tolima, entre otros. Han sido sembradores en medio de la confrontación armada y las violencias. Trabajan por generar condiciones de reconciliación y convivencia desde los lugares más alejados de la otra Colombia, la que poco se conoce en los titulares de las noticias de los grandes medios de comunicación.

Así como trabajan por el territorio y el ambiente también lo hacen para alcanzar la gobernanza en los estos espacioas, buscando que la relación entre los gobernantes y los gobernados no sea la tradicional de la subordinación de los primeros por los segundos, sino la construcción de un relacionamiento más horizontal y democrático. Promueven el fortalecimiento de las organizaciones sociales y comunitarias para que éstas jueguen un papel más protagónico en el desarrollo de sus regiones, es decir para que haya un empoderamiento de las mismas en la medida en que ellas se articulen alrededor de propuestas colectivas.

Trabajar por la gobernanza hace que también los programas regionales de desarrollo y paz lo hagan por el fortalecimiento de la institucionalidad pública, bajo el entendido que mejores instituciones hacen posible el desarrollo y la paz, mientras que peores, lo hacen casi imposible. Estimulan la participación ciudadana y el control social a la gestión pública, buscando contribuir a la lucha contra la corrupción y el uso transparente de los recursos públicos. Están comprometidos con la construcción social del Estado de derecho desde cada uno de los territorios donde hacen presencia y desarrollan su labor.

Los programas de desarrollo y paz están comprometidos con el valor sagrado de la vida desde el eje estratégico de convivencia y reconciliación. Se levantan contra toda forma de violencia que venga desde cualquier actor armado, reclaman la posibilidad de optar por la transformación positiva y creativa de los conflictos, que los mismos no sigan siendo resueltos a través de mecanismos violentos, sino que tengamos la posibilidad de resolverlos a través del diálogo, incluso entre aquellos actores que nunca lo hacen.

Buscan también promover un desarrollo que sea humano y sostenible, que haya generación de ingresos para las comunidades en situación de pobreza y que consigan las personas mejorar sus condiciones de empleabilidad para que puedan acceder a mejores y dignos empleos. Cuestionan cuando se habla de los grandes proyectos económicos en los territorios, cómo estos afectarán a las personas menos favorecidas.

Reivindican la educación y la cultura como elementos sustanciales para el desarrollo y la paz. Reclaman una educación pertinente, desarrollan procesos formativos con líderes y lideresas buscando que accedan a los conocimientos más contemporáneos, que trabajen en el desarrollo de habilidades para la gestión y que se formen como seres con valores para enfrentar la enorme crisis ética por las que se debate en el país.

Los programas regionales de desarrollo y paz tienen una voluntad espiritual y social inquebrantable, en cada región donde hacen presencia, buscan transformar la vida de la gente, pretenden que ésta sea una vida querida, con dignidad, oportunidades, sin exclusiones y equidad, un sueño bello y bueno para todos y todas. 

Finalmente, los programas invitan desde cada territorio a construir juntos este país de regiones, donde quepamos todos, donde se celebre la vida sin condiciones, a partir del abrazo con los que tradicionalmente han sido excluidos, dejados de lado, marginados, expropiados, desplazados, aterrorizados y secuestrados, para hacer entre todos una sociedad próspera en humanismo, defensa de la naturaleza y calidad de vida, sin injusticia, discriminaciones, ni extorsiones.

En estas épocas de festividades vale la pena soñar con territorios ricos e inspiradores, donde todos los colombianos y los pueblos amigos podamos avanzar en un proceso que sea ejemplo de reconciliación y paz, referente para todas las naciones de la tierra.

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