Empresas, desarrollo regional y paz

Hugo Rincón González

Luego de la realización del foro sobre empresarios y responsabilidad social sobre el que tuve la oportunidad de escribir la semana anterior, siguen flotando en el ambiente y en las conversaciones voces que reiteran la pertinencia de este tipo de eventos y especialmente las ideas que los expositores compartieron con los asistentes al mismo. Por ser claves me permitiré recordar algunas que fueron impactantes y merecen una mayor discusión.

El punto de partida de las presentaciones planteaba que en el mundo hay consensos de carácter global alrededor de la reivindicación de la democracia como sistema político y del capitalismo como sistema económico. Sin embargo, a pesar de este acuerdo, los resultados no son satisfactorios y lo que vemos es: pobreza, inequidad, exclusión del desarrollo de amplias mayorías, cambio climático, pérdida de la biodiversidad y agotamiento de los recursos naturales.

Por esta razón, como lo anotaron Porter y Kramer en 2011, en los últimos años el sector empresarial ha sido visto cada vez más como una causa importante de los problemas sociales, ambientales y económicos. Existe una percepción muy amplia de que las empresas prosperan a costa del resto de la comunidad y esto se refuerza cuando se ven casos como los de Odebrecht y EPM con Hidroituango.

Existen dos enfoques con relación al propósito de las empresas. En el siglo XX se manifestaba que era su propio interés, es decir “la responsabilidad social de las empresas es incrementar sus ganancias” (M. Friedman).

En el siglo XXI se menciona que el propósito es social y se expresa en que “los objetivos de las empresas son los mismos que los de la sociedad: bienestar humano, equidad social, armonía social y comunal, cuidado ambiental” (Pavan Sukhdey).

En este contexto de la discusión se reivindican cuatro elementos que constituyen un nuevo ADN empresarial: 1) los objetivos corporativos están estrechamente alineados con los de la sociedad, 2) la empresa es una fábrica de capital (financiero, natural, humano y social), 3) la empresa es una comunidad (integrada por ella misma y sus grupos de interés), y, 4) la empresa es un instituto de aprendizaje y de formación.

Así, se produce un cambio de paradigma alrededor de la relación de las empresas con la sostenibilidad, ésta no puede ser vista como un medio sino como un propósito. El foco de la gestión sostenible estará en la calidad, competitividad y eficiencia y en las relaciones genuinas creadoras de confianza con todos los grupos de interés.

Este debate estuvo enmarcado en el desarrollo regional y la construcción de paz, aquí entonces las ideas centrales fueron: 1) la viabilidad de las empresas en el largo plazo está ligada a la viabilidad del entorno, 2) la paz no es sólo la ausencia de violencia, es sobre todo oportunidades de desarrollo y plena vigencia de los derechos humanos, 3) durante el conflicto y el posconflcito es necesario trabajar el tridente empresa-iglesia-comunidad, 4) las alianzas amplían el alcance de una gestión empresarial sostenible, y 5) las empresas deben pasar de tener relaciones con la comunidad y la región a ser un miembro más de la comunidad y la región, protagonista del desarrollo de las mismas.

Las conclusiones pueden sintetizarse en que la empresa como institución crea riqueza, es el motor del desarrollo y quien logra que las cosas pasen, en ese sentido la sociedad debe cuidarla, estimularla y fortalecerla, pero éticamente no es posible que la única función objetivo sea la creación de riqueza financiera y la rentabilidad. Éste es un propósito restringido, limitado e insuficiente.

Las empresas deben convertir el trabajo por la sostenibilidad y el desarrollo humano sostenible en un propósito misional que guíe su actuación.

Estas ideas planteadas por dos expositores de trayectoria nacional deben animar una conversación más amplia con nuestros empresarios. Cambiar el chip, el paradigma y abrir nuevas posibilidades en el rol social de las empresas es el horizonte para hacer de nuestro terruño un espacio más inclusivo, equitativo y próspero, donde la vida digna sea posible para todos.

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