Defendamos el Bosque de Galilea

Hugo Rincón González

El sábado anterior apareció en la portada de El Nuevo Día, la noticia acerca de la expedición Galilea liderada por Cortolima que buscaba identificar la riqueza en fauna y flora de este ecosistema considerado el último relicto del bosque de niebla en el Tolima.

Con alborozo señalaba la noticia que 19 expedicionarios, expertos en biología de varias universidades y entidades se adentraron en este bosque que cuenta con aproximadamente 33 mil hectáreas y que comprende los municipios de Villarrica, Dolores, Prado, Purificación, Cunday e Icononzo. Además de alabar la inmensidad y la belleza de este ecosistema, resaltaron los hallazgos frente al tema de aves y mamíferos. En las primeras destacaron la presencia de siete especies endémicas y cinco migratorias. En los segundos, hallaron tres especies de primates y del oso andino y felinos fundamentales para el mantenimiento de los bosques.

Destacable este trabajo de cuatro días liderado por Cortolima, importante sus hallazgos, relevante su propósito pero vale la pena problematizar esta iniciativa en el contexto en que ella se desarrolló, especialmente por los riesgos que se ciernen sobre el bosque de Galilea.

Se debe recordar que el bosque de Galilea es considerado como el último relicto de selva húmeda de la región, que estuvo azotado por la guerra desde la década de los setenta y viven el posconflicto con la guerrilla de las Farc en medio de una puja entre la conservación y la explotación de sus suelos con una enorme biodiversidad y reservas de petróleo que podrían explotarse de una manera convencional y no convencional (fracking).

Aquí claramente aparece el conflicto social entre quienes reivindican la necesidad de la conservación de este ecosistema húmedo y la amenaza que supone la presencia de empresas petroleras que poseen licencias ambientales aprobadas en la última década para iniciar la exploración y explotación en áreas dentro del bosque de Galilea.

Quienes defienden su conservación expresan la afectación que se causaría a 107 veredas de los municipios donde está este ecosistema húmedo. Manifiestan que se afectaría el abastecimiento del los ríos Cunday, Prado y Negro, los cuales surten los acueductos veredales de su área de influencia, además que el bosque de Galilea se une en un importante corredor hasta el páramo de Sumapaz, y también se extiende hasta los departamentos de Huila y Meta en un extenso camino de bosques altoandinos, como quien dice todo un corredor de biodiversidad generador de bienes y servicios ambientales.

Estas enormes riquezas naturales, según la revista Semana Sostenible, no impidió que las primeras pruebas sísmicas se realizaran en el año 2000 abriendo posibilidades de explotación para empresas petroleras como Nexen Petroleum, empresa de extracción canadiense que solicitó licencia ambiental al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y en el año 2004 obtuvo la autorización para el desarrollo del proyecto.

Nexen cedió los derechos y obligaciones de la licencia ambiental a Petrobras que opera bajo el nombre de Perenco Oil, luego esta empresa hizo lo mismo a Petrobras Valores Internacional España, quienes hacen la exploración convencional en la zona. El último trámite de cesión de derechos lo hicieron a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales Anla, quien es la encargada del licenciamiento desde el año 2012.

Aquí se da un pulso fuerte entre los defensores de los recursos naturales y el ambiente versus las empresas petroleras que con el apoyo del estado y su fuerza pública insisten en explorar y explotar mediante medios convencionales y no convencionales el bosque de Galilea. Particularmente preocupante ha sido el papel de la fuerza pública que restringe el paso a las personas incluso a los habitantes de la zona y ni siquiera ha permitido el ingreso de la autoridad ambiental a inspeccionar que tipo de actividades viene realizando la empresa petrolera que se haya instalada en este ecosistema

Ante esta situación Cortolima deberá liderar un proceso de constitución de una área protegida en el bosque de Galilea, seguramente un parque natural regional definido como “un espacio geográfico en el que paisajes y ecosistemas estratégicos en la escala regional, mantienen la estructura, composición y función, así como los procesos ecológicos y evolutivos que los sustentan…”.

Defender el bosque de Galilea es una carrera contra el tiempo y contra las empresas petroleras, una expresión más del conflicto entre ambiente y desarrollo.

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