Gumer y la panela

Hugo Rincón González

Desciende por una loma gredosa con su paso cansino desde la vereda Aguayo del municipio de Chaparral, arriando una mula vieja que resopla por el peso de la carga de panela que lleva alrededor de su famélico costillar. Le dicen Gumer en la organización de paneleros que preside desde hace algunos años en este municipio. Ya está entrado en años y se mantiene obcecadamente en una actividad que ya casi no le garantiza su subsistencia ni la de su familia.

Como él, hay varias familias que en Aguayo y otras veredas de Chaparral perseveran en este producto típico de la agroindustria campesina. Han porfiado en esta actividad que les exige un gran trabajo físico en el cuidado y corte de la caña de azúcar, la que luego llevan al trapiche para seguir en el proceso de fabricar la panela, ese producto que ha estado en la mesa de muchísimas familias colombianas y que se exalta cuando nuestros ciclistas dicen que la consumen para recargar energías en las extenuantes etapas en el país y en el exterior.

Luego de bajar de esas lomas, toma una topografía plana como de una meseta hasta arribar al casco urbano y más específicamente la plaza de mercado donde se tiene dos alternativas: la primera vender la panela a un revendedor y, dos, venderla el mismo, lidiando con la actitud muchas veces esquiva de los clientes.

Gumer es un líder de una asociación de paneleros de Chaparral -Agropach-, paulatinamente ha venido entendiendo que el sector se encuentra en una profunda crisis. Se requiere que quienes se mantengan en la actividad deban hacer unos cambios en su proceso productivo y en el de la comercialización, aspirando por qué no, a llevar lo que se produce en las lomas de su municipio a los mercados internacionales.

Resalta que ahora su actividad económica la pueden hacer con relativa tranquilidad luego de los acuerdos que firmaron las Farc con el gobierno. Era muy difícil vivir en la zozobra que se generaba por el conflicto armado. Pasaban los unos y los otros generando temor entre la gente, especialmente porque en estas veredas alejadas del municipio cualquier cosa podría suceder.

Luego de la firma del acuerdo finalizando el año 2016, la situación cambió y otros aires empezaron a respirarse, expresa don Gumer. Una sensación de mayor seguridad y tranquilidad nos arropó y por ello empezamos a fortalecer la organización con el trabajo de promoción y acompañamiento de una institución como Tolipaz.

Don Gumer dice que seguirá luchando con su panela. Este producto como dicen los estudiados refleja la identidad cultural del país puesto que es uno de los más queridos y consumidos por la mayoría de los hogares colombianos. Por el acompañamiento de Tolipaz se ha informado que por la estructura de precios y las características del mercado, los problemas de tecnificación, diversificación, competencia ilegal, calidad del producto, falta de fondos y apertura de nuevos mercados, existen profundas dificultades.

No sabía mucho del trámite de una ley que tiene como objetivos generar incentivos tendientes a ampliar la demanda del producto, diversificar la producción y comercialización de la panela y sus derivados en el país, cree que si esto es cierto, se podría mejorar la situación de su asociación y de otras más que existen en todo el departamento.

Don Gumer se siente orgulloso de ser productor de panela, sus horizontes se han ampliado con su organización y aspira a que la tranquilidad, la concordia y la convivencia se puedan estabilizar y puedan mantenerse en el tiempo. En esta coyuntura cuando se agitan las banderas electorales ya ha sido tenido en cuenta por varios movimientos que creen que sería un digno representante de los intereses de los campesinos y de sus organizaciones.

Él lo piensa y aunque los cantos de sirena lo intentan seducir, por ahora se mantiene en la idea de seguir en la brega de su organización de productores.

La política es necesaria para luchar por los intereses comunitarios, pero a veces se vuelve más difícil que subir cargado de remesa con mi mula por esa loma gredosa, resbalosa y fatigante para llegar a mi vereda, terminó sentenciando don Gumer, mientras bebía un café en la plaza de mercado.

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