Corrupción y proceso electoral

Hugo Rincón González

Aunque la corrupción no fue identificada hace unos años cuando se estudiaron los problemas del desarrollo del Tolima como un problema estructural, en la actualidad seguramente sí lo es y se desborda impactando distintas esferas de nuestra sociedad. Se ha vuelto tan presente este fenómeno que el ciudadano del común la da por sentada y expresa sin palidecer que “este político roba, pero roba poquito y por eso las obras se ven…”.

De este fenómeno se habla mucho en la prensa, radio, televisión y redes sociales. Se han escrito muchos textos y tratados intentando definirla con precisión, pero podríamos entenderla como el abuso de un poder otorgado (público o privado) para el beneficio privado. Este abuso de poder implica deshonestidad, clandestinidad y la ganancia de unos pocos en detrimento de muchos.

En esta campaña electoral que entra en la recta final se han hecho todo tipo de denuncias ante los entes de control y la Fiscalía por parte de varios candidatos que sienten que en Ibagué y el Tolima se le viene metiendo descaradamente la mano de parte de los gobernantes para favorecer a los candidatos de sus afectos. Algunos hablan de la costeñización de la política en el departamento y se construye el ranking de los municipios donde es más caro hacer la campaña porque la compra de votos se volvió una práctica demasiado costosa. Vergüenza debería producir este señalamiento y rechazo debería generarse en los electores para quienes promueven estas artimañas.

Un importante político y columnista de este periódico señalaba que, en Ibagué, alguna campaña venía contratando miles de activistas que por un valor económico significativo estaban de pregoneros y haciendo promoción de su candidato puerta a puerta especialmente en los barrios populares de la ciudad. La suspicacia surgía alrededor del cálculo que se hace del valor de este tipo de campañas y de la fuente de financiación de estas. La pregunta intrigante es de dónde sale tanto dinero y la hipótesis que se podría anticipar es que un candidato que llegue a ser elegido gastando tanto, lo más probable es que en el ejercicio de su gobierno “recupere” como sea lo invertido.

Se ha denunciado también que en las noches se mueven camionetas que visitan barrios populares con gruesas sumas de dinero comprando la voluntad de líderes que deben comprometerse a conseguir un importante número de votantes. Este hecho de ser cierto refleja una práctica corrupta de hacer la campaña y hace que la política cada vez sea más asimétrica en tanto no se podría competir en un escenario electoral solamente con propuestas, porque ya se volvió imprescindible contar con mucho dinero para hacerse elegir.

Sonado fue el caso de un municipio del sur del Tolima, en donde a altas horas de la noche de una manera subrepticia se estaba entregando cemento por parte de la alcaldía a personas de varias comunidades, el hecho generó una reacción de varias personas que se opusieron a que esta acción se siguiera desarrollando y más en este periodo preelectoral, donde las susceptibilidades se exacerban y actos como estos son interpretados como una manera de comprar las conciencias de la gente.

Viendo esto y escuchando tanto testimonio que se ha presentado en esta coyuntura electoral uno se pregunta: ¿en qué momento la política en el Tolima se corrompió tanto? ¿Cuándo un mecanismo de elección popular en vez de significar una apertura de participación política transparente se volvió el escenario de una confrontación rapaz por el manejo de los recursos públicos? ¿En el presente y el futuro, el dinero y solo el dinero será el elemento definitivo para que un político llegue al escenario de poder? ¿Estamos condenados a que los corruptos sigan manejando el poder porque se consideran que están por encima de la ley?

Combatir la corrupción es una tarea que le corresponde a la administración pública con los entes de control y la fiscalía fundamentalmente, pero también les compete a los ciudadanos que debemos rechazar este tipo de prácticas, dejar de ser tan tolerantes con los corruptos y erradicar sentencias nefastas como aquella que dice que: “robe, pero robe poquito para que las obras se vean”.

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