Historias de semáforo
Desde que llega se le ve el gesto huraño. Podría uno imaginarse que tuvo un mal rato o una mala noche. Es recurrente su mirada agresiva y su estilo pendenciero. Siendo un joven aún, la alegría y la jovialidad no se le ve por ningún lado. Se instala habitualmente en el semáforo de la calle 96, aunque también es un trashumante urbano. Lo he reconocido en otros lugares de la ciudad con su misma actitud. Limpia vidrios armado con un frasco de plástico y una bayetilla sucia. Sin avisar, dispara el chorro desde su recipiente y enseguida se toma por asalto el vidrio panorámico del vehículo que se estacione primero esperando el cambio de luces del semáforo.