La globalización no es el enemigo

Rodrigo López Oviedo

El proceso de integración al que los doctos llaman globalización no es un fenómeno nuevo. Hay quienes dicen que el mundo comenzó a globalizarse en el momento mismo en que comenzaron a darse las primeras manifestaciones de producto social excedente y, consecuentemente, las necesidades de intercambio.
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Algunos menos radicales se remontan a los tiempos de la invasión de América, hecho que permitió interrelacionar los mercados de Europa, Asia y África con los del llamado Nuevo Mundo.

Pero si no queremos ir tan atrás, quedémonos en 1848, año en que Marx y Engels publicaron su Manifiesto del Partido Comunista, de cuyas páginas extraemos el siguiente fragmento, y perdónenme su extensión. Dicen los padres del proletariado:

“Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas (…) y cuyos productos no solo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las viejas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y de la amargura de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal”.

De la anterior forma describían los padres del proletariado el carácter de su tiempo, del cual encontraban su causa en “el rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y constante progreso de los medios de comunicación”. Se trata de características y causas que, hechos algunos ajustes, perfectamente podrían presentarse como de nuestros días y bautizarse con el nombre de globalización sin que sean muchos los rechazos. Igual si se quisiera hacer referencia a los usufructuarios, pues si en el capitalismo de ayer lo fueron los dueños del capital, igual son los dueños del capital los usufructuarios de hoy. Por eso la tarea de los trabajadores no debe orientarse a frenar este fenómeno, tarea imposible. La tarea es arrancar de tales manos ese usufructo, para ponerlo al servicio de toda la sociedad.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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