La cuarentena enseña

Rodrigo López Oviedo

Muchas enseñanzas dejará esta cuarentena, especialmente entre quienes creen que el capitalismo es la máxima expresión de la generosidad.
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Ellos piensan que al frente de este sistema hay un coro de ángeles que, convertidos en desprendidos capitalistas, arriesgan sus capitales en el turbio mundo empresarial, con tal de poderles ofrecer a los pobres de la tierra un puestecito de trabajo para que ganen con qué satisfacer sus necesidades.

Esa romántica forma de ver las cosas ha sido difundida por muchos gobiernos, especialmente los neoliberales, con el fin de acallar las voces que puedan levantarse al verlos trenzados en endemoniados esfuerzos para que tan magnánimos personajes acudan a invertir en sus terruños, no importa que haya que liberarlos de cuantos impuestos y trabas existan, siempre que contribuyan al bienestar de unas enormes masas de desempleados, que harto necesitan de esa munificencia divina acá en la tierra.

Pues bien, la inevitable cuarentena por la que estamos pasando ha sido propicia para que evidenciemos cómo choca con la realidad esa graciosa interpretación del papel que juegan los capitalistas en la vida de los pueblos. Ahora va haciéndose más evidente que, por mucha que sea la generosidad de estos querubines, jamás prescindirán del objetivo real que los anima: acrecentar el valor de lo invertido, lo cual saben que solo es posible lograr en la medida en que puedan contar con trabajadores que, sin importar la mala remuneración, les produzcan con su esfuerzo las indispensables ganancias para lograr tal incremento.

La prueba de lo anterior está reflejada en el vergonzoso gimoteo de los gremios económicos, que preocupados por el lucro cesante de esas inversiones, ocasionado por el confinamiento obligado de sus trabajadores, acuden suplicantes al gobierno en pos de que se les financien sus nóminas o, en su defecto, se les autorice la liquidación o al menos la suspensión de los contratos laborales; y de no ser posible nada de lo anterior, se les permita atenuar los costos de esos contratos a través de medidas como el recorte de las jornadas, la eliminación de los recargos de ley, incluidos los aportes pensionales, entre otras modificaciones contractuales que puedan atenuar el impacto de la pandemia sobre sus ganancias.

Queda, entonces, claro que abrir puestos de trabajo no es lo que motiva a estos señores. Su motivación real se orienta a incrementar el valor de lo invertido, lo cual solo es posible mientras puedan contar con trabajadores dispuestos a entregarles su fuerza de trabajo, fuente innegable de ganancias para ellos. Llegará el día en que estas ganancias dejen de ser privadas y pasen a manos de la sociedad. Esa es la esencia del socialismo.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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