Muerte, cremación y suerte

Rodrigo López Oviedo

El Alcalde de Medellín quiso acudir al gobierno cubano en busca de solidaridad para mejorar la atención de los pacientes de Covid-19, y ahí fue Troya. Con tal idea, el funcionario pisó callos entre los mercaderes de la salud, a quienes les pareció que ello ocasionaría la pérdida de una tajada importante de su negocio, cosa intolerable, y más si se originaba en un país socialista, bloqueado, que vendría a mostrarnos cómo funciona un sistema de salud cuando es administrado en función del ser humano, y no del gran capital.
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Obviamente que estos personajes tenían que contar con el respaldo de sus empleados más importantes, el presidente Duque y su gabinete, quienes saltaron, obedientes y sectarios, a decir que no, que hay que esperar, que puede que más tarde, que todavía tenemos con qué, que el comunismo, que el castrochavismo, en fin. El resultado final fue un alcalde cercado y una valiosa iniciativa engavetada.

Lo grave es que ese incidente sobrevenga cuando más necesitamos de solidaridad; cuando cada día se nos contagian y mueren más colombianos que la víspera; y cuando, si bien estamos mejor que los cuatro o cinco países a los cuales se refiere Duque en sus informes, también estamos peor que la inmensa mayoría de los que no menciona.

Ahora el problema se extendió a los cementerios, muchos de los cuales ya agotaron la capacidad de cremar los cuerpos al ritmo en que sus dueños mueren, lo cual ha producido consecuencias como las siguientes:

Primera: Obligó a Claudia López, alcaldesa distrital, y obligará a los demás burgomaestres del país, a distraer gruesas sumas del presupuesto para hacerse a la propiedad de unos contenedores climatizados, en los cuales poder conservar los restos de quienes, debiendo desocupar el espacio en las morgues, no encontrarán dónde convertirse en cenizas. Esta es una decisión imposible de evadir, pues de no tomarse, se produciría una nueva epidemia, esta sí de inevitables consecuencias letales, dada la atención prioritaria que reclama el Covid-19.

Segunda: Con el aumento del tiempo de espera de las cremaciones, se ha ido alargando el sufrimiento de los deudos.

Tercera: Los cadáveres producidos por otras causas, si estaban destinados a cremación, tendrán que resignarse a verse inhumados ante la prelación que demandan los del Covid.

Cuarta: Quienes aún contamos con la suerte de sobrevivir, debemos prepararnos para que, cuando nos toque, podamos resistir la aflicción de ver nuestras carnitas y huesitos sufriendo las adversidades que ya padecen los bogotanos. Ojalá que el día esté lejano.

Por lo demás, solo queremos desearles pronto fin a las amarguras de nuestro pueblo, y que para ellas sí haya crematorios.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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