Alianza contra la politiquería

Rodrigo López Oviedo

Alguien dijo, no hace mucho, que en Colombia las elecciones comenzaban al día siguiente de la posesión del presidente electo. Muy seguramente quiso significar con ello el gran amor que le tienen al poder las castas que siempre lo han poseído y su disposición a defenderlo, no importa lo que ello les cueste, ni que tengan que violentar la sana competencia electoral.
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Como no se puede amar, tan solo desear, lo que nunca se ha tenido, ni defender lo que cuesta hacerlo si no se tiene con qué, las fuerzas alternativas -como merecidamente se hacen llamar ahora las que antes se conocían como fuerzas de oposición-, siempre han estado en desventaja respecto de los partidos oligárquicos, como hasta ahora las hemos visto.

No obstante, el difícil momento por el que estamos pasando, agravado dramáticamente por el coronavirus, daría para pensar que las condiciones sociales están servidas para superar esas desventajas, a condición de que se logre elaborar una plataforma de buen gobierno alrededor de la cual puedan comprometerse todas estas fuerzas alternativas, así como un mecanismo de selección de un candidato único que, además, sea unitario, pues debe convertirse en polo de atracción de otras fuerzas, así solo se comprometan con algunos puntos del programa acordado.

¿Estarán todos dispuestos a aceptar tal mecanismo y a declinar en sus aspiraciones si la suerte no los acompaña?

Ojalá que sí, y ya Gustavo Petro ha dado la primera señal positiva. Al aceptar la postulación que como precandidato le hizo la Unión Patriótica, manifestó también estar de acuerdo en participar en una consulta y acoger sus resultados, así le sean adversos. Ojalá de igual manera actuaran todos, aunque desde ya se da por seguro que no lo hará Sergio Fajardo, personaje que, entre otras cosas, ha perdido su reconocimiento como alternativo en casi todos los mentideros políticos.  

En cuanto al Congreso, la naturaleza antidemocrática de la casi totalidad de congregaciones políticas oligárquicas ha dado por connatural a todas ellas la existencia de “dirigentes naturales”, dignos del mayor acatamiento, especialmente en cuanto a la designación de candidatos. Esto ha dado lugar a que se diga que los colombianos carecemos de memoria, pues siempre estamos eligiendo a los mismos corruptos de siempre, que son por los que siempre nos han hecho votar esos dirigentes.

De esa carencia de memoria no podemos sufrir quienes consideramos indispensable una transformación radical del Estado para poder resolver los problemas de las grandes mayorías. Si ya nos hemos equivocado algunas veces, es el momento de fijar criterios, a fin de que no se nos vuelvan a colar zorros de la politiquería, trajeados con piel de oveja.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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