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No hubo sorpresa alguna; ya en ocasiones anteriores, este señor había expresado lo mismo respecto de las celebradas en Venezuela, salvo en dos, las dos únicas que ha ganado la oposición, de 25 que se han celebrado.
Esta ha sido una actitud cuya razón conoce el mundo: Mientras Estados Unidos no les dé el visto bueno a los pronunciamientos electorales de nuestros pueblos, la OEA los condenará, sin que sus países miembros, salvo contadas excepciones, entre las cuales no está Colombia, se atrevan a hacer lo contrario.
Lo curioso del señor Almagro es que él ni siquiera espera a que la OEA falle. Es más, ni siquiera espera a que sean las urnas del respectivo país las que lo hagan. Antes de ello, este eficientísimo funcionario del Imperio ya habrá contado los votos y dicho al mundo lo que el imperio aún no se ha atrevido a decir: ¡fraaaude!
Qué más se puede esperar de este formidable amanuense si su real interés es el de servirle de bafle al imperio, con tal que le permita seguir disfrutando de un cargo con el cual ha soñado más de un personaje del continente, con méritos o sin ellos, especialmente si puede ostentar algún servicio a tan poderoso país, como el que le fue reconocido al expresidente César Gaviria, quien aportó como el que más a la introducción del modelo neoliberal a Colombia.
Pero alejémonos de Almagro y veamos en síntesis qué busca Estados Unidos con su abierta intervención en los asuntos internos de nuestros países. Me perdonarán los lectores que lo diga de manera tan sintética: En el caso boliviano, litio; en el caso venezolano, petróleo; en el caso brasileño, diversidad biológica; en el caso cubano, que es el de más múltiples razones, dignidad, soberanía y socialismo; y en el resto de los casos, sumisión.
Preguntémonos, entonces, por qué la OEA no se ha pronunciado sobre las elecciones celebradas en Estados Unidos, si hace ya 20 días que terminaron y todavía hay recuento de votos. Es más, si el señor Trump ya está ronco de tanto gritar fraude. Pues no se ha pronunciado porque jamás se ha visto a un amo dándose órdenes, y mientras no las dé, nadie se dará por aludido. Ni siquiera Almagro y su OEA. Cosas de la política. De la mala política.
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