Las tales Águilas Negras

Rodrigo López Oviedo

Santos, refiriéndose a un importante paro campesino de nuestro país, dijo alguna vez que el tal paro ese no existía; desde entonces, los más altos mandos de las Fuerzas Armadas y de Policía, como tratando de imitarlo, vienen diciendo que las paramilitares Águilas Negras tampoco existen.
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Causa estupor oírlos decir tal cosa, siendo que ellos mismos han tenido en sus manos los panfletos amenazantes de esta organización criminal y presenciado el levantamiento de muchos de los cadáveres de las personas amenazadas mediante los mismos escritos.

Es extraño, además, que, ante tales crímenes, afirmen presurosos que ya tienen identificados a los asesinos, que tales asesinos pertenecen a tales o cuales movimientos alzados en armas, generalmente guerrillas, y que están a punto de darles captura. Cuánto dista esa actitud de la que asumen ante bandas como las mencionadas Águilas Negras, de las cuales dicen que no existen, tal vez para liberarse de la obligación de perseguirlas.

Estos mandos deberían reflexionar sobre el daño que les hacen a sus respectivas instituciones, pues con esa actitud están dando pábulo para que se especule entre la ciudadanía acerca de que se trata de grupos paramilitares cuyo origen está en sus propios cuarteles e, incluso, para que se les rebautice, como se está haciendo últimamente al denominarlas Águilas Verdes, en referencia al color del uniforme de una de las fuerzas de seguridad.

El comunicado recientemente aparecido en el Tolima a nombre de las tales Águilas, cualquiera sea su color, causa espanto. Allí aparecen amenazados quienes “apoyan el falso proceso de paz, políticas izquierdosas, consultas populares, consultas previas, reclamantes de víctimas tierras -sic- (…) logrando el retroceso del desarrollo del departamento y nación -sic- con sus ideas comunistas y socialistas…”. Lo peor es que cierran el párrafo con una mención al gobierno nacional, al decir que “todo esto entorpece y desprestigia las políticas de nuestro gobierno nacional”. Al menos este remate debió provocar un pronunciamiento del gobierno, el cual quedó señalado de cómplice, sin que hasta el momento se haya visto ningún rechazo de su parte.

La conclusión más importante y pavorosa que arroja este caso es la de que es sobre todo el espectro democrático que penden estas amenazas, y que el haberse visto otras materializadas en cadáveres, como ha ocurrido en muchas otras oportunidades, hacen prever funestas conclusiones. ¿Y qué hace el Estado? Nada, y es lógico: Habiendo sido tomado por mafias de la peor calaña, como son las que comparten puestos de mando en los batallones y poderes ejecutivo y judicial y se hacen elegir a Senado y Cámara, no hay nada que esperar, solo complicidad y frases hueras. 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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