Alianza Pacto Histórico – Cambio Radical (II parte)

Rodrigo López Oviedo

En el pasado comentario, después de encomiar los avances unitarios que se han venido alcanzando en torno al Pacto Histórico, me referí a las tensiones que se han creado en el Tolima a raíz de la posible inclusión en sus listas a la Cámara de la señora Sandra Salazar Martínez, alma y nervio cercanos al clan de la derecha encarnada en los hermanos Emilio y Rosmery Martínez Rosales. De igual manera, dejé expuesta mi crítica a dos de los argumentos esbozados por quienes defienden esa candidatura, el argumento de los sapos envenenados y el de la libertad de cada elector de votar por quien le plazca.
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Tales argumentos, como ya lo indiqué, no le aportan nada al proceso de cambios en que está empeñado el Pacto Histórico, pero manifesté que había más, y quiero referirme a otros dos, no sin antes manifestar que ninguna de las fuerzas que componen esta alianza tiene derecho a proponer candidaturas contrarias a los propósitos que motivaron su creación, así como ninguna otra lo tiene a respaldar tamaño desatino, a no ser que la coherencia política y ética no formen parte de sus principios.

Esto tiene que ver con el argumento de quienes señalan que rechazan la indeseada candidatura, “pero nos sometemos a lo que digan las mayorías”, al igual que con el de otros que dice que “cada aliado tiene derecho a proponer candidatos, así como a decidir a quién respalda, y en eso nadie debe intervenir”.

Lo que hay en el primero es un reconocimiento de lo insignificante que puede ser lo que “yo” piense, pues lo importante es lo que digan las mayorías y, en el segundo, el desconocimiento de los principios éticos y programáticos de la alianza.

Alguien podría pensar que en esta crítica hay rasgos antidemocráticos, pero no es cierto. Por el contrario, ella va en respaldo de unas mayorías que están viendo en el Pacto una alternativa apropiada ante tanto pícaro que ha convertido los escenarios de la política en tinglados donde se dirimen superioridades relacionadas con el aprovechamiento ilícito de los presupuestos públicos, sin importar los compromisos programáticos de campaña. Menuda sorpresa y disgusto van a tener que sufrir estas mayorías cuando encuentren dentro de sus listas a personajes que creían estar combatiendo. ¿No han pensado los defensores de esta posición en la deserción que estas indeseables presencias pueden provocar en su potencial electorado?

Como sé de lo tozudos que son muchos de los defensores de tales presencias, seguiré con mis comentarios, procurando evitar que por sus actitudes se trunque este proceso unitario que con tanto éxito está actualmente en curso.


 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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