Recomendaciones para la paz

Rodrigo López Oviedo

Acaba de transcurrir una semana en la cual el país pudo hacer catarsis de un pasado violento, solo comparable con el que sufrió Europa con motivo de la Segunda Guerra Mundial.
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En primer lugar, la cúpula de lo que fueron las Farc hizo confesión de su responsabilidad en la cadena de violencias que protagonizó a lo largo del período que se pretendió cerrar con los Acuerdos de Paz. Semejante reconocimiento no puede menos que causar espanto, pues da cuenta de miles y miles de colombianos que fueron vejados, violados, extorsionados; colombianos expropiados de sus tierras, de su tranquilidad, de su libertad, de su amor por la vida y hasta de la vida misma; y todo en función de un propósito de justicia social que degeneró en tales crímenes.

En segundo lugar, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad hizo entrega de su Informe Final sobre lo ocurrido con las mismas Farc y otros actores. Según tal documento, en el período de lo informado se presentó “un entramado de intereses políticos, institucionales, económicos, culturales, militares y de narcotráfico”, que derivó en hechos de una criminalidad dantesca, con responsabilidad diferenciada según los respectivos actores hubieran contado con poder o patrocinio oficial o estuvieran levantados en armas contra el Estado.

Según la Comisión, este Informe fue el resultado de más de 23 mil horas de investigación, 14 mil entrevistas, mil cien informes, entre otras actividades, de todo lo cual quedó como resultado la más acabada radiografía de lo que ha sido la violencia en Colombia.

Es lamentable que tan importante documento no le hubiera merecido el más mínimo interés al presidente Duque, quien pretextó, para no asistir a la ceremonia de entrega, compromisos con la comunidad internacional, relacionados con el cuido de los mares. Y no solo eso: le restó importancia a su contenido y recomendaciones, pues consideró que no son “vinculantes” ni “sacrosantas” ni “pétreas”. Afortunadamente, ya está con el sol a las espaldas y, como decimos popularmente, con tal de que se vaya, aunque le vaya bien.

Por fortuna quedaremos en manos de Gustavo Petro, un candidato que tiene registrado en su programa el cumplimiento de los Acuerdos de la Habana, entre los cuales se encuentran buena parte de estas recomendaciones. Solo faltaría la relacionada con la creación del Ministerio de la Paz y la Reconciliación, por cuya importancia muy seguramente no pondrá mayores reparos. Con Petro, todo lo bueno es posible. Al menos eso espera una ciudadanía que se la jugó íntegra por los cambios que prometió en campaña, y de los cuales depende que se pueda vislumbrar un futuro en el que podamos vivir dichosos.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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