Irán: El león dormido. Impacto geoestratégico sobre Colombia

Pedro Javier Rojas Guevara

La República Islámica de Irán —país conocido hasta 1935 como Persia— es miembro fundador de las Naciones Unidas, del Movimiento de Países No Alineados, de la Organización para la Cooperación Islámica y de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep). Con una población que ronda los 80 millones de habitantes y una superficie de 1.648.195 km2 (puesto 16 en el mundo), Irán es una nación que se presenta frente al escenario político global como un actor geoestratégico, es decir, un Estado que, según Brzezinski (1997), tiene “la potencia y predisposición para ejercer esta influencia por razones de grandeza nacional, ideología, mesianismo religioso y engrandecimiento económico”.

Sin lugar a dudas, Irán se constituye en un inminente peligro para el mundo, toda vez que su programa nuclear avanza vertiginosamente y refleja sus marcadas ambiciones de convertirse en una superpotencia en la zona, en cierta forma inmune ante potenciales ataques de sus enemigos. Asimismo, Irán abastece el 80% del petróleo que consume Europa; por lo tanto, un bloqueo sería desastroso y generaría un caos mundial (posee la cuarta reserva mundial de petróleo y la primera de gas).

En tal sentido, Irán sabe que su principal línea de acción hacia el liderazgo en la zona es consolidar su imagen de gran potencia militar. A principios de la década de 1990, Israel detectó el proyecto nuclear clandestino de Irán y pudo determinar que no era para producir energía, ni mucho menos como mecanismo de autodefensa; desde entonces el mundo entero, y en especial Estados Unidos y sus aliados, han considerado a la antigua Persia como una grave y real amenaza a la estabilidad del Medio Oriente, hoy por hoy, la zona más convulsionada de la Tierra, donde el petróleo tiene un papel protagónico, pues, de alguna manera, el ‘oro negro’ es el billete hacia el liderazgo económico y político en tan agitada región, con capacidad para desestabilizar hasta los regímenes más moderados, como Egipto, Arabia Saudita, Qatar y otros vecinos tranquilos, pero expectantes.

Así las cosas, si Irán sufre un embargo económico y un bloqueo comercial por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, podría deliberadamente cerrar el estrecho de Ormuz, paso obligado y punto crítico a través del cual se desplaza todo el petróleo proveniente de Irak, Kuwait, Qatar, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos; el 40% del suministro de petróleo pasa por este sector vital, debido a que constituye la salida natural y obligatoria de toda la dinámica geoeconómica y geopolítica de una región determinada.

En el mismo sentido, el conflicto desatado en Irak con el grupo terrorista ISIS (Estado Islámico) es un problema de talla internacional, pues muestra una radiografía descarnada, pero concreta, del incremento del terrorismo en Siria, del implacable radicalismo de los sunitas derrocados del poder por sus archienemigos, los chiitas, y, en fin, una absoluta interdependencia de los países de esta región alrededor del petróleo. Por lo tanto, Irak y su difícil situación de orden público, ya insostenible, causa una profunda inquietud en los países como Jordania, Turquía, Arabia Saudita, el apartado Kuwait y, por supuesto, el león dormido: Irán. Ante este panorama no muy alentador, la guerra en esta región del mundo se materializará más temprano que tarde.

Por esta razón, los países circundantes al estrecho de Ormuz han generado durante los últimos cinco años por medio de empresas contratistas, una salida inusitada de militares retirados colombianos, que se han constituido en el eje de los nacientes ejércitos de países que, como Emiratos Árabes Unidos, carecían de unas fuerzas lo suficientemente calificadas y poderosas para disuadir efectivamente un potencial ataque a sus territorios. Es decir, estamos frente a una “exportación doctrinaria” que ha implicado que se conozcan de primera mano en el Medio Oriente tácticas y estrategias militares, lo que bien habla de nuestra doctrina, entrenamiento y organización militar, así no haya sido a través de canales institucionales normales.

Hace 15 años Colombia era un país inviable y con una marcada tendencia a constituirse en Estado fallido. Hoy, producto de procesos serios de transformación y fortalecimiento del aparato militar y policial, con una buena dosis de liderazgo castrense y de voluntad política necesaria para alcanzar estándares de calidad e innovación y con una expectativa creíble de la finalización a corto plazo del conflicto armado interno; el Estado Colombiano se proyecta como una potencia regional, con una destacada influencia en el ámbito militar hacia otros continentes, a través de una Fuerza Multimisión con la debida interoperabilidad para desempeñarse efectivamente en escenarios futuros y totalmente alineada con el concepto operacional de los mejores ejércitos del mundo.

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