El programa de alimentación escolar

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

Aún conservo en mi memoria las lágrimas de una directiva docente, de una institución educativa rural, quien se acercó al despacho donde me hallaba en calidad de Secretaria de Educación municipal de Ibagué, para solicitarme que no se hiciera efectiva su destitución e inhabilidad para ejercer cargos públicos, teniendo en cuenta la incursión en una falta disciplinaria gravísima, tipificada en su contra, por un hecho cumplido.

A pesar de la explicación que la directiva docente daba, no podía ir en contravía de un fallo producto de una investigación y tipificación de la falta, de parte del ente competente y la sanción impuesta, en la cual se debía obrar.

La imputada, además, madre cabeza de familia, en su afán de garantizar la conservación de los desayunos escolares de los estudiantes de la institución, compró con su tarjeta de crédito una nevera; dicha inversión la recuperó días después, cuando se transfirieron los fondos oficiales. Quedaba claro que la servidora pública no se apropiaba de dinero alguno, pero se anticipó de muy buena fe, a invertir sobre un rubro del Estado con el que aún no se contaba, toda vez que los trámites de disponibilidad presupuestal y de registro correspondiente, que son obligatorios, no se habían hecho. Incurrió en una falta, había culpa pero no dolo en cuanto la servidora pública no tuvo la intención de cometer ninguna irregularidad. Pero todos sabemos, que no siempre lo legal es justo.

Todo lo anterior, lo retrotraigo a raíz del escándalo nacional en torno al desarrollo del Programa de Alimentación Escolar que se ejecuta en el país, financiado con recursos nacionales. De por medio, se producen fallas graves en el suministro de alimentos a los estudiantes y en los procesos de contratación. No siempre se cuenta con la participación de docentes como aquella, destituida, por buscar una buena prestación del servicio.

Circula en el ambiente escolar mucha información en la que se habla del suministro de alimentos de baja calidad, de poco cuidado en el cumplimiento de normas de higiene o del suministro de estos, a personas que no tienen derecho a ellos, porque el programa tiene la destinación y objetivo específico.

El número de estudiantes beneficiarios de la alimentación escolar se incrementa año a año, más ahora cuando se implementa la jornada única. Porque el desayuno escolar, ahora se tendrá que ofrecer, con cargo a recursos estatales, y almuerzo en los establecimientos educativos que se acojan a la jornada única.

Los ojos se deberán poner sobre los servidores públicos que intervengan en la contratación de este servicio, pero también sobre aquellos que deben garantizar la calidad de los alimentos que se suministren a los estudiantes. Es asombrosa la falta de asepsia de las manipuladoras de estos alimentos, la pésima calidad del servicio que ofrecen, pareciera que lo hicieran como un acto de misericordia. Estoy segura que estos niños, en un futuro, recordarán este servicio de bienestar que ofrece el Estado, como si le hubiesen dado una limosna, en condiciones indignas, cuando el propósito es contribuir a la nutrición y permanencia de los niños en sus instituciones.

tatianarojasoviedo34@gmail.com

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