Lionel Messi, un futbolista ejemplar

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

El desempeño y la actitud de personas famosas en las grandes ligas motiva a la reflexión porque se convierten en ejemplo de vida para quienes ascienden circunstancialmente en distintos campos.

Es el caso de Lionel Messi, un joven argentino que a los 13 años soñaba con jugar en la primera división, por lo que peleó siempre y considerado como el más grande de sus proyectos que rápidamente superó, y llegó a ser catalogado como el mejor jugador del mundo. Sus competencias lo pondrán siempre en el podio, porque no solo busca diariamente dar lo mejor de sí en la cancha, sino que también el astro sigue siendo sencillo, humilde y tranquilo a pesar del reconocimiento mundial como futbolista.

Da ejemplo de optimismo, de generosidad reconociendo a sus compañeros de equipo, adaptado a los elogios merecidos sin que por ello su comportamiento, respeto y buen trato cambien. Es un ganador innato, capaz de reconocer al más humilde o encumbrado, nombrado Embajador de buena voluntad de Unicef, debido al aporte a la infancia a través de su fundación, organización filantrópica que se propone llevar oportunidades a los niños dentro y fuera de su país.

Es un hombre al que le gusta compartir con su familia y sus amigos, apasionado también por su fundación, en la búsqueda de hacer las cosas bien y cada día mejor que no necesita más certificación que las cuatro copas de Europa, siete ligas españolas, tres copas del Rey, tres mundiales de clubes, tres supercopas de Europa y seis supercopas de España, cinco balones de oro entre otros muchos triunfos futbolísticos, como señala Vanguardia, en el quinto tomo de ‘Grandes Entrevistas de la Historia 2006 - 2015’.

Es un jugador capaz de dar el ritmo que quiera porque es feliz con su deporte, el síndrome de Asperger, que se caracteriza por el aislamiento de la actividad social, de la comunicación verbal, que además lleva a conductas repetitivas por el ligero autismo, tal como le ocurría a Einstein, se ha convertido en una oportunidad de oro para la estrella, incluso en su vida sentimental, que lo hace coherente y ejemplar, al llevar al altar a su novia de la adolescencia a mediados del presente año.

Es una historia de vida que seguramente pone a reflexionar a algunos funcionarios y personajes nóveles que llegan al abuso del poder, sin cumplir al menos normas mínimas de cortesía como el saludo, olvidando que su paso por cargos de cierto prestigio puede ser más efímero que el sueño y que se deben al servicio público por fungir como servidores públicos. Muchos parecieran gritar “como nunca he sido y he llegado a ser…”. Pero, además, no se puede olvidar el adagio de Mario Bergoglio, padre de Francisco I, que reza: “Cuando vayas subiendo, saluda a todos: son los mismos que vas a encontrar cuando vayas bajando”.

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