Los niños del conflicto, ¿un tema vedado?

Hay un tema que está por fuera de la agenda de la mesa de conversaciones entre el Gobierno y las Farc en La Habana, y que parecería evitarse a toda costa en las declaraciones públicas: el de los niños y las niñas que han sido llevados al conflicto.

Me refiero a los “Sucres”, como llaman en las Farc a los menores de edad, en alusión al apellido de Antonio José de Sucre, el general venezolano de la Gran Colombia que comenzó su vida militar a los 14 años de edad.

Pues bien, llama mucho la atención que el tema del reclutamiento forzado de niños y niñas menores de 15 años –que es considerado como un crimen de guerra, de competencia de la Corte Penal Internacional- ni siquiera se mencione.

En 2003 la organización Human Rights Watch publicó “Aprenderás a no llorar”, un escalofriante informe sobe los niños y las niñas colombianas que habían sido llevadas a las filas de los paramilitares y las guerrillas.

El informe no entregó cifras precisas, pero calculó que unos 11 mil niños y niñas estaban vinculados al conflicto interno, y que la inmensa mayoría habían sido forzados a ingresar a los grupos armados.

Entre 1999 y hoy, el Bienestar Familiar ha atendido a más de cinco mil 500 niños desvinculados de los grupos armados ilegales y la gran mayoría de ellos se escaparon de las guerrillas y los paramilitares.

Un 60 por ciento de ellos estuvieron en las Farc (más de tres mil 300 niños) y muchos entraron cuando apenas tenían 10 años.

La inmensa mayoría de ellos fueron carne de cañón en los combates, porque iban en primera fila, hicieron las labores más pesadas en los campamentos o fueron víctimas de abusos sexuales por parte de sus compañeros o de sus jefes.

“Estos niños, la mayoría de los cuales proceden de familias pobres, combaten una guerra de adultos”, anota el informe de Human Rights Watch.

Conozco algunas historias. La de una niña que, huyendo del acoso sexual de su patrón en una finca del Eje Cafetero, se dejó engañar por las Farc y cuando llegó a la guerrilla se encontró con un verdadero infierno.

La de un niño de 10 años que entró a esa guerrilla para vengarse por las torturas que le hizo una patrulla del Ejército que lo retuvo en su pueblo un día de navidad.

Y la de un muchacho de 13 años, del sur de Bolívar, que fue reclutado a la fuerza por las paramilitares, luego de que le mataron a su papá, que era carnicero.

Cuando se produjo la desmovilización de un considerable grupo de paramilitares en el gobierno de Álvaro Uribe, las Autodefensas Unidas de Colombia ocultaron a la gran mayoría de los niños y niñas que se habían llevado.

Hoy, casi 10 años después, apenas se conocen un par de condenas dentro del proceso de Justicia y Paz por el reclutamiento ilícito de menores de edad.

En el primer caso, alias El Alemán fue condenado por el reclutamiento de 309 niños en Urabá y en el segundo el castigo fue para Ramón Isaza, por el de 53 niños y niñas en el Magdalena Medio.

Me pregunto si habrá algún tipo de castigo por el reclutamiento forzado de los demás niños y niñas que se llevaron los paramilitares o si el asunto se va a quedar así, como suelen quedarse tantas cosas en esta Colombia donde nos encantan las leyes que no se aplican.

Yo sé que el país se tendrá que tragar unos sapos en aras de la paz con las Farc. ¿El reclutamiento forzado será uno de esos batracios? ¿Será que los jefes de la guerrilla tendrán el coraje de pedirles perdón a esos niños y niñas, y a sus familias por haberles robado y violentado su infancia?

¿Habrán pensando en algún tipo de reparación? ¿Qué harán los delegados del Gobierno en la Mesa de La Habana frente a este espinoso tema?

¿Se habrán dado cuenta en La Habana que si no se hace algo mínimo en materia de justicia frente a esos crímenes, esos casos pueden ser investigados por la Corte Penal Internacional?

Credito
HERNANDO SALAZAR PALACIO

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