La incontinencia verbal del conflicto

Hernando Salazar Palacios

A propósito de lo que significa el desescalamiento de los enfrentamientos miliares entre el Estado y las Farc, y de todos los debates que ha generado esa expresión, creo que el país sufre de un mal llamado incontinencia verbal del conflicto.

En Colombia, donde nos seduce tanto la semántica, a veces más que la realidad, el conflicto armado que vivimos desde hace 67 años –si contamos desde el 9 de abril de 1948- nos volvió expertos en inventarnos todo tipo de palabras, que se desgastan por el uso y el abuso.

Cuando se lanzó a la Presidencia y fue elegido y reelegido, y pese a que partía de la premisa falsa de que en Colombia no existía conflicto armado, Álvaro Uribe instaló en eso que llaman el imaginario colectivo la expresión “Seguridad Democrática”. Aparentemente eso sonaba muy bonito: que hubiera seguridad en esta jungla, sobre la base de que se respetaran los derechos humanos de todos los habitantes del territorio.

Pero la realidad desmintió las palabras de Uribe. ¿Recuerdan las capturas masivas, donde caían centenares de personas y después sólo procesaban y,eventualmente, condenaban a unas pocas? ¿Recuerdan los falsos positivos? ¿Recuerdan las chuzadas? ¿Recuerdan las descalificaciones y amenazas a los críticos y a la oposición?

Pese a llamarse “Seguridad Democrática”, el modelo instalado por Uribe en un país que estaba hastiado y desesperado con los abusos de las guerrillas terminó siendo una versión remasterizada del Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay, que fue reforzada con el discurso contra el terrorismo de George W. Bush a raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

No crean que la expresión “Seguridad Democrática” era una idea original de Uribe. En realidad, él se la había apropiado, pues la misma había surgido en los Talleres del Milenio, que durante nueve meses congregaron a 130 expertos de todas las áreas y tendencias políticas, convocados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).

Ahora, cuando es ex presidente y ha vuelto a ser senador, Uribe y sus seguidores se han vuelto los principales detractores del proceso de paz que impulsa, en medio de todo tipo de dificultades, el presidente Juan Manuel Santos.

Y Uribe, que es experto en la reiteración de mensajes falsos y distorsionados –que a base de repetirse se vuelven “verdad” como decía Joseph Goebbels- hace gala de su elocuencia verbal para tratar de convencernos de que hay que volver a su “Seguridad Democrática” y que sólo él tiene la fórmula para la paz.

En honor a la verdad, Uribe no ha estado solo en la empresa de las palabras inventadas. ¿Qué tal la guerrilla cuando llama a los secuestros “retenciones”? ¿O cuando define la extorsión como “contribuciones voluntarias”? ¿O cuando dice que el reclutamiento forzado es una “protección” de niños en medio del conflicto? ¿O cuando ahora, en medio del proceso de paz, considera que la idea de justicia –así sea transicional- es meramente política y por lo tanto absolutamente transable?

Todo eso me hace pensar si los colombianos seremos capaces de inventarnos un mecanismo para controlar la incontinencia verbal, no abortar el proceso de paz y no tener que esperar otros 20 años.

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