Terrorismo

Nelson Germán Sánchez

Sea el grupo que sea, o sean las razones que sean, no es hora para que los colombianos nos asustemos ni muchos menos nos dobleguemos ante la amenaza terrorista.

No es este el momento para volver ese un tema de debate entre centro, izquierda o derecha ideológica; a ningún espectro político ni a ninguno de sus representantes o voceros públicos debemos los colombianos atender en este momento a menos que no sea porque estos hacen un llamado a la unidad, a conformar un frente común y rechazar de forma unánime tales barbaries.

Hacerlo sería mezquino, bajo, un comportamiento altamente oportunista frente al dolor de esas familias que hoy sufren la pérdida de seres queridos y de amigos, por el vil atentado del Centro Comercial Andino de Bogotá.

Lo que se requiere es abrir los ojos y darnos cuenta de que dada nuestra dinámica social y la impronta que cargamos en los últimos 200 años de historia violenta, el terrorismo y sus detestables acciones son cíclicas en nuestro trasegar como sociedad, por tanto, es un error pensar que debemos bajar la guardia como Estado, como Nación frente a este flagelo.

Nuestra historia habla por sí misma, desde la independencia acciones terroristas, pasando por la patria boba y confrontaciones intestinas que tuvimos, la guerra de los mil días, la violencia partidista desde los años 40-50 del siglo pasado, las acciones de la guerrilla de las Farc, del ELN, de los otros grupos insurgentes, de los narcotraficantes, los paramilitares, y ahora de las disidencias de la guerrilla, las llamadas Bacrim y todas las demás.

Por tanto, pensarnos distintos que porque ahora estemos una etapa de posconflicto con un grupo insurgente es demasiado ingenuo, o creer que podemos invocar el símbolo de la paloma blanca de paz como si fuera un amuleto que nos va a proteger contra todo o alejará las malas acciones y pensamientos.

Por el contrario, creo que es en este momento crucial de la historia del país donde no podemos perder de vista que el terrorismo es una nefasta arma que no tiene condición ideológica y política y que se utiliza por quienes sea sin distingo para amedrentar, causar zozobra, desanimo, temor y hasta división social.

Sin importar quien esté al frente del barco en este momento, así sea con tan baja credibilidad, respaldo, popularidad y apoyo como el Presidente Santos, se le debe rodear para que dé las instrucciones precisas a la inteligencia policial, militar, el apoyo a la Fiscalía para sus pesquisas y comenzar de frente y sin demoras la persecución a los responsables de ese atentado.

Pero, además, mantener oídos abiertos, ojos despiertos y el olfato agudo para saber quiénes podrán ser los responsables y causantes de los ataques por venir, porque de eso no podemos tener duda alguna, que podrá cambiar el actor intelectual del hecho, pero la acción terrorista se seguirá utilizando y escalando.

Lo mejor es tomar conciencia temprana de ello, actuar como se requiere con las preparaciones logísticas, presupuestales, las políticas y los planes de Estado necesarios para hacerle frente. Al terrorismo hay que decirle No, pero más allá de eso enfrentarlo con los recursos y la inteligencia necesaria. ¡Vamos Colombia!, que esto no nos asuste.

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