La marcha de las telas

Nelson Germán Sánchez

Algunas veces pareciera que uno se repite en sus historias para con los lectores. Este es el caso de hoy, pues hace cerca de dos meses advertía que el sector textil confección sería víctima de su propia incapacidad de gestión y de reacción, sobre todo en el escenario regional tolimense, debido al silencio guardado con las medidas -o mejor la incapacidad del Gobierno en tomar medidas- que los protegieran frente a la invasión China y de Singapur de textiles. Ahora se anuncia una protesta en la plaza pública, mañana, dizque porque el Gobierno prefirió la importación masiva de mercancía en detrimento de esa industria nacional.

Y son los mismos que hasta hace muy poquito tenían puestas unas enormes rodilleras frente al Gobierno y al parecer pedían unas más grandes para poder seguir en ese estado de genuflexión. Pensaron que eran mentiras o que a Santos de verdad se le puede creer algo cuando dice que ayudará. Craso error el cometido al permanecer en su zona de confort.

No bastaron para abrir los ojos los indicadores cada vez más negativos registrados desde hace por lo menos año y medio, con la pérdida de participación en el mercado textil confección nacional, en cuanto a compradores que se desplazaron hacia los insumos importados que entraron a chorros gracias a la tolerancia estatal y de los pocos controles de la Dian y la Policía para frenar el contrabando textil que terminó inundando Barranquilla, Bogotá, Medellín y, desde éstas, todo el país.

Según cifras, a la propia Cámara Colombia de la Confección (CCC) en lo que van del año se pueden haber perdido más de 110 mil empleos entre directos e indirectos, que es una tragedia. Y todavía hay voces que se atreven a decir que lo que sucede es que esa industria no se modernizó, que estamos en un mundo globalizado que requiere competir de frente; claro, eso es cierto, siempre y cuando las condiciones de competencia sean en igualdad de condiciones y no en desventajas en costos de producción que van desde una mano de obra 200 por ciento más barata allá, jornadas laborales que rayan en la explotación y subsidios del Estado para poder exportar desde puerto. De resto, creer en la tan cacareada competencia de apertura de mercados y fronteras no pasa de ser un cuento de hadas.

En el Tolima, por ejemplo, se calcula que cerca de 20 mil personas viven del sector de forma directa e indirecta en todo el proceso que engloba esa cadena textil - confección - diseño. Por tanto, la afectación será enorme de seguir las cosas como van y no presionar al Gobierno a tomar medidas para frenar esos bloques de importación con tantas gabelas y ocasionan dañinas repercusiones para miles de familias, en especial de mujeres cabeza de hogar.

Pero pese a ello nadie se pronuncia públicamente con vehemencia, fuerza o contundencia; ni siquiera tímidas intervenciones o llamados se hacen de parte del sector cameral o gremial tolimense; pareciera que estuvieran a gusto y conforme con lo que está pasando. La única voz discordante en todo este asunto sigue siendo la del empresario Jáder Zuleta, de quien desde que comenzó el año se conocen sus preocupaciones, sus exigencias al Gobierno, pero luce solo en esa batalla.

Las otras voces tanto del sector privado asociado como de su par público parecieran no quererse salir de lo de siempre y de lo que mejor saben hacer: cocteles, conferencias, seminarios, eventos sociales, diálogos, anuncios. Y uno que otro señalamiento tibio a sus socios de los gobiernos regionales de turno como para aparentar independencia de los gremios.

Parecieran no entender que el entierro de esa industria generará más pobreza e inequidad, elevará más el desempleo, afectará el consumo local y toda una serie de acontecimientos más por su reacción en cadena. Era hora de contar ya con llamados a la defensa de la industria y el empleo regional, una movilización agresiva en medios informativos y redes sociales explicando las razones, acciones públicas de sensibilización frente al tema; pero, bueno, esperemos que despierten, porque la esperanza es lo último que se pierde y de pronto salen a marchar y apoyar a ese sector.

–Gersan-

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