Parusía

Nelson Germán Sánchez

Llegaron la navidad, año nuevo, el día de las velitas, el aguinaldo, la novena navideña y mucho más. Se prendió el arbolito, se desempolvaron los arreglos, guirnaldas y se probaron luces para cambiar los bombillitos fundidos.

Las dietas, los buenos propósitos, las reuniones, pensar en las comidas o convites en las reuniones organizacionales, familiares, barriales y de conjuntos. El check list a los cumplidos y pendientes, estos últimos casi siempre más numerosos que los primeros.

Es menester poner el ánimo en modo decembrino, escuchar villancicos por doquier y el traqueteo de la pólvora en la noche y la madrugada. Sin duda hay que asimilarlo porque unos los disfrutarán más, otros lo soportarán, algunos más serán indiferentes al ambiente festivo que hoy comienza. Hasta aparecerán las risitas o saludos navideños de quienes durante el año no hicieron ni siquiera el esfuerzo para darlos. Pero en fin, esta es sin duda una época en la cual los mayores protagonistas serán y deber seguir siendo los niños; por ellos, su cuidado, su protección, el solaz para su alma, se requiere mantener al ánimo arriba y una sonrisa siempre como la mejor terapia para el alma, hay que seguir haciéndolo rindiendo tributo a la navidad y para desarmar los espíritus.

Leyendo acerca del origen religioso de esta celebración en los pueblos del mundo, encontré que no se puede olvidar, especialmente para los cristianos católicos, que esta es la que llaman la época de la preparación, la penitencia, el advenimiento. Una especie de reconciliación con Dios, con sigo mismo y con los demás, una especie de acto de conversión para preguntarse qué es lo que voy a celebrar y me permitirá ser feliz.

Y esa celebración pareciera no prepararse a punta de natillas, buñuelos, cenas lujosas, regalos costosos, mucha reunionitis navideña o actividad social. Si no más bien desde adentro, con cosas internas, no visibles, no exteriores. No se trata de darle vacaciones de parranda a la fe que se tenga, pero tampoco de volverse un aguafiestas, un aburrido, porque ya se tiene más que estudiado que la decoración, el ambiente influyen en el ánimo y ayudan a las personas a reflexionar.

Sí, reflexionar, sobre la propia vida, lo que se ha hecho bien, mal, regular y que hacer para mejorarlo, enmendarlo o corregirlo. Es una época para estar vigías, atentos, vigilantes creo que decía el evangelio católico de ayer, haciendo hincapié en que en últimas no se tiene certeza de si será la última navidad que se pueda disfrutar vivo o si incluso se alcance a llegar al próximo 25 de diciembre. Dura afirmación, pero cierta. Nadie sabe con certeza si la convicción cristiana de la parusía le llegue por estos días, si se dé colectiva o comunitariamente. Esa es una buena consideración para este diciembre que comenzó, más allá de la creencia o la convicción religiosa que cada cual pueda tener o no tener.

¡Ah! y que además, esa introspección navideña nos lleve a unas festividades sin llevar al convite la política o politiquería electoral, sin discusiones familiares, laborales o vecinales sobre el próximo presidente de Colombia. Sin traer a la mesa a Santos, Uribe, Timochenko, Petro, Vargas Lleras o quien sea, para que no amargar más el dulce de limón y papayuela. Aunque sea descansemos de ellos ahora, que tendremos que seguir aguantándolos por mucho tiempo.

Comentarios