No más excluidos

Nelson Germán Sánchez

Una persona que sin importar que donde le toca trabajar haciendo el aseo de un apartamento y colaborando en las labores domésticas, prefiere subir y bajar las escaleras, por la simple razón de que no sabe usar el ascensor de la edificación. Otra, que por no saber usar el dispositivo inteligente del banco que asigna el número y el turno de la transacción, deja de ir o requiere ir acompañada permanentemente porque tampoco sabe cómo usarlo.

Una más que solo usa el teléfono inteligente para contestar llamadas, porque le sobran las demás aplicaciones que tiene. Se suma aquella que no sabe aún si el papel a fotocopiar se coloca con la cara hacia arriba o hacia abajo ni con que botón dar copiar. Varias más a quienes la tarjeta electrónica de un banco poco les sirve, porque no pueden seguir las instrucciones porque se les hacen muy confusas, por lo cual siguen usando el talonario de cuenta. Otras que no saben leer ni firmar su nombre, por tanto, colocan su huella digital como aceptación en un negocio. O quienes no reconocen el valor de un billete o una moneda si no lo pueden tocar.

El mundo que nos rodea está aún lleno de todos ellos, aquellos que pedante, pero ignorantemente, creemos que no existen, porque ya todo fue superado gracias a la tecnología, la modernidad o que el mundo del 2.0 o 3.0 ya copó. Qué craso error cometemos. Parece que los invisibilizáramos a propósito, dada la prisa que hoy nos inunda, por nuestra cabeza metida sobre los ordenadores y celulares.

Los arrinconamos, sin querer y muchas veces sin intención los aislamos, cuando lo que más requieren es un doble apoyo para poder seguir presentes, porque deben esforzarse más que la mayoría. Dese la vuelta, gire la cabeza, mire a su alrededor y encontrará a alguien que pertenece a ese grupo de excluidos. Tenemos que ser conscientes y pacientes para incluirlos en esta “modernidad”, de eso también se trata la inclusión social. A propósito de excluidos, para terminar, mis mejores y mayores deseos que con los comicios de ayer tengamos el mayor número de senadores nacidos en esta hermosa tierra tolimense; que la sientan, la vivan, la sufran, se sientan orgullosos y se conviertan en voceros de sus necesidades en el Senado de la República.

Que no se dejen absorber por las prebendas, los juegos de poder y las alianzas burocráticas al servicio de otros y en otros departamentos. Tenemos que aprender hacer un poco egoístas y desear que ojalá Miguel Barreto, Carlos Edward, Pierre García, Rosmery Martínez, Olga Beatriz, Emanuel, todos hayan logrado su curul y hagan un verdadero Bloque Tolima (lo sé, feo nombre, recuerda otras épocas) para que piensen primero en el Tolima y gestionen lo que más puedan en inversión y proyectos de ley para aquí. Que con el apoyo de los que no son de aquí, pero dicen serlo, como Jorge Robledo o Paloma Valencia, nos vuelvan al centro del escenario político en lo positivo y recuperemos el protagonismo y los recursos que se han ido en permanente fuga en estos últimos años. Como esta columna se escribe sin saber los resultados finales en la conformación del Senado, buen viento y buena mar para ellos. Que ojalá esta esperanza de muchos no sea flor de un día.

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