Descubrir que el agua moja

Nelson Germán Sánchez

Definitivamente en Ibagué pasan cosas bastante peculiares con nuestra clase dirigente. No me voy a detener en el rosario de perlas, incumplimientos, politiquería, corrupción, relación con los narcos o robos descarados en la cara de todo el mundo como el de los recientes escenarios de los Juegos Nacionales fallidos, en el sector público o político. No.

La otra clase dirigente, la privada, la gremial, de la cual algunos de sus miembros han tenido esas mismas particularidades y relaciones, pero más secretas, disimuladas o camufladitas en inversión o negocios de madrugada, como cada día nos queda más claro a todos.

Casi se da un temblor, de esos tan comunes por estos días en Colombia, cuando el nuevo ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, en visita a la ciudad con total sinceridad dijo que el Tolima es muy débil en innovación y sofisticación empresarial, algunos de los asistentes en la cita empresarial parecieron no entender el vainazo al comienzo, pensando que era como siempre hacia la Gobernación, las Alcaldías o sector público, pero no, era con ellos.

La productividad de las empresas de por aquí es bajísima o débil y por eso hay que traerles experiencias exitosas para elevar esos estándares, dijo. Y es que en alguna reflexión con colegas en los últimos días, la conclusión era que efectivamente sí, nuestra clase gremial o asociada en lo privado parecía padecer de una paquidermia, se le notaba en su zona de confort, bajo la ley del menor esfuerzo, el menor riesgo y que fue trasladando o irradiando esa actitud a la región misma, casi en el mismo nivel de un sector de la clase política y la esfera pública.

Atrás, parece haber quedado una generación ya ausente hoy- por muerte, retiro o entrega de la posta- de pro hombres y mujeres que apostaron en grande por una visión de desarrollo, de productividad, de fortalecimiento de la economía y mejores condiciones sociales de las fronteras del Tolima hacia adentro. Personajes que hicieron ingentes esfuerzos personales, económicos y sociales porque aquí se tuviera una empresa de aviación, universidades, medios de comunicación, agroindustria, de investigación de semillas y productos, enormes firmas de agroindustria o venta de automóviles. Todo ese esfuerzo parece diluirse como el agua entre los dedos, si uno analiza los propios indicadores del sector y los estudios que sobre los renglones económicos de la región hace el Banco de la República.

Problema de sofisticación les dijo el Ministro de forma pausada. Claro, porque la ciudad además del boom de construcción que se regó por todas partes, hacia todas las zonas de forma desordenada, no impacta en nada, parece más bien como una ciudad comercial de cachivaches, de comercio paisa hasta los tuétanos donde prima la visión de venta de cacharros. “Ibagué se está volviendo una ciudad cacharrera”, dijo desconcertado uno de los periodistas más serios y ecuánimes que aún tenemos en la radio local.

Otro indicó, que la lamentable situación de esa dirigencia privada es tal que muchas veces se ven a gatas para conseguir incluso una declaración en profundidad de alguien que sepa sobre un tema de la industria, de comercio, la dinámica de desarrollo para hacer seguimiento o reacción a un tema nacional.

Creo con todo respeto que es hora de mirar hacia adentro en el sector empresarial y gremial, hacer un mea culpa e iniciar una reingeniería, ahora que ya alguien dijo en voz alta lo que se comentaba en todos lados en voz baja, incluso por muchos de ellos. Dejó el Ministro unas tareas, unos retos y unos compromisos con el Tolima para arrancar de la mano del nuevo Gobierno nacional y la apuesta por la economía naranja, por ejemplo. Sería muy bueno comenzar por ahí, pero sin tanta reunionitis, tintitis, fotitis, estuditis, diagnostitis y visionitis, para hacer más en lo real y acciones concretas, proyectos e inversiones por el crecimiento empresarial e industrial de nuestra región. No seguir descubriendo que el agua moja.

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