Valientes del balompié

Nelson Germán Sánchez

El 8 de marzo que acaba de pasar, cuando se conmemoró en Colombia y buena parte del mundo el Día Internacional de la Mujer en la lucha por sus derechos civiles y políticos, será sin duda uno de los más recordados en la historia reciente del país.

Ocurrió un hecho transcendental frente a reclamar igualdad cierta en derechos, respeto para su ser y acabar la corrupción imperante en un sector de nuestra sociedad, en el deporte insignia nacional y supuestamente “intocable” para no enardecer al ciudadano que reclama pan y circo de sus gobernantes con un espectáculo de masas como lo es el fútbol (lo cual la FIFA tiene clarito); por lo tanto, era mejor mantener un silencio cómplice frente a los vejámenes.

Valientes mujeres, un poco más de 15, pertenecientes a la Selección colombiana de fútbol dejaron al descubierto la podredumbre orquestada y cohonestada por la dirigencia del fútbol. Desde consignaciones a la cuenta personal para poder estar en el equipo de Felipe Taborda, vetos en la Selección, convocatorias paralelas, costos de tratamientos médicos no asumidos por la Federación o ninguna instancia si no por el bolsillo de sus padres, acoso sexual, entre otras anomalías, pusieron de presente. Qué mejor celebración de ese día especial para las mujeres colombianas que pidiendo respeto.

Pero, inmediatamente, la represalia de los “señores” del fútbol no se hizo esperar y al mejor estilo ramplón de la mafia o de un cártel salieron a suspender la liga de fútbol femenino colombiano. Álvaro González Alzate, Ramón Jesurum, entre otros, tratando de tapar el sol con un dedo, asegurando que las jovencitas nunca habían denunciado, pero ellas pudieron demostrarles y enrostrarles que desde el año 2012 lo habían hecho, es decir, exponer su mentira públicamente y dejar al descubierto el rostro de lo que es ser un vil bellaco. Porque habían informado también los hechos a Luis Bedoya el entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol y tienen las pruebas. Es más, en 2015 y 2016 también lo hicieron.

O que tal la perla de Jorge Enrique Vélez, presidente de la Dimayor, en su salida a los medios de comunicación, al asegurar que era necesario suspender la liga por ser 36 equipos de fútbol en el país que necesitarían unas 700 mujeres profesionales que jugaran al fútbol y en Colombia no se tienen. ¿Será que no quieren es admitirlas o reconocerlas? pregunto yo.

La Federación, la Dimayor y la Difútbol le dieron una estocada final un hermoso y buen proyecto, apenas naciente, al decidir que la liga vuelva a estar bajo el control de la Difútbol , para que organice un torneo sub 23, con por lo menos seis jugadoras en categoría libre y sin traer extranjeras. Todo con el único propósito de callar las críticas, ocultar los hechos y desviar la atención sobre los graves asuntos ocurridos y de los cuales seguramente se hicieron los de la vista gorda o se complacieron.

Muy contraria esa actitud literalmente mezquina de la dirigencia del fútbol colombiano, hay que reconocerlo, a lo que asumió el patrocinador oficial del balompié y la selección colombiana de fútbol, la Cervecería Bavaria (de la cual solamente me tomo de vez en cuando una Club Roja, el resto de productos me sabe a agua amarga), que salió a respaldarlas y ofrecer su apoyo, cuando esa era la respuesta y el camino que los colombianos esperaríamos de la Dimayor, la Difútbol y la Federación Colombiana. ¿Qué macondiano no? Incluso, Coldeportes respalda a los chichas y pide continuar, aunque no puede obligar, con dicha liga femenina. Es más, hasta el Congreso de la República anunció un debate al tema, lo cual es bueno para que no se tape lo ocurrido y se tengan otros escenarios para la denuncia y para ejercer control o presión para frenar los abusos en el fútbol colombiano.

Muy valientes. Aplausos. No las conozco, no me he cruzado nunca en mi vida con ellas, pero mi admiración y respeto total por alzar su voz y poner en evidencia lo que todos sabíamos que sucede en el fútbol hace mucho tiempo. Berracas, esas sí son heroínas de carne y hueso, y como diría mi suegro: “unas varonas mijo”.

Más valientes que muchos hombres en el fútbol que hoy padecen -y ud y yo amigo lector lo sabemos-, esas mismas situaciones y quizás algunas peores, pero que no se atreven a denunciar por falta de amor propio, miedo, espera de su oportunidad y prefieren seguir de rodillas callando y aguantando los abusos.

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