Sobre violencia contra los niños

Nelson Germán Sánchez

Demonización del castigo físico (una palmadita, un apretón de brazo, un pellizco, que son ocasionales y no regla permanente y que a miles nos tocaron) y de la sanción que pueden aplicar padres a hijos, es lo que se pretendería al crear un falso debate moral alrededor de la defensa de la niñez y el maltrato físico.

Así mismo, se nota que se pretende equiparar de manera burda ese castigo con violencia física irracional hacia un menor. Creo que aquí volvemos a caer, debido a los teóricos del mundo de la fantasía, la aldea los pitufos y la casa de Barny, en teorías sin apego a la verdad o la realidad, tratando de imponer solo derechos y eliminar cualquier asomo de deber, en una sociedad que en la práctica reclama más de lo segundo, que de lo primero.

Ahora vendrá toda una campaña mediática –acompañada de expertos- para mostrar cifras, datos, informes, historias de vida de niños violentados físicamente, con enormes heridas en su cuerpo, caras quemadas, cuerpos lacerados, depresivos, de vidas tristes y apagadas para “demostrar científicamente” esa supuesta y terrible normalización general de la violencia física contra los niños que nos carcome y define como sociedad; como si fuera cierto que a todos los niños del país se les tratara así. Pero sin mostrar otras historias, las de adultos que aún pellizcados en su niñez, hoy son personas felices, que aman y son amadas, nada tristes, no son hampones, ladrones, violadores, violentos, consumidores de alucinógenos, malas personas ni maltratadores de sus hijos, pese haber recibido alguna vez el pellizco o la palmadita.

De estos últimos no se puede hablar. Prohibido hacerlos visibles ni dejar que existan en público o que sus historias de vida normal de hoy y no marcada por el sino trágico de la violencia física se conozcan a la luz pública. Que a propósito son las historias de vida de millones y millones de colombianos. Esa es una realidad innegable, pero que se va a ocultar deliberadamente; por eso es necesario que también se aporte en esa discusión sobre esa otra realidad y bajo esa óptica.

Y no se equivoquen, esta no es una defensa a la violencia física contra los niños, niñas y adolescentes colombianos que debe ser combatida desde la realidad y no desde el mundo teórico de la metafísica, que puede llevar a grandes injusticias sobre buenos y amorosos padres de parte de jueces y autoridades que solo lean la norma y no miren la realidad de los hechos, sus antecedentes, contextos y situaciones particulares. Lo reitero: Total rechazo a toda violencia contra la niñez, lo dejo claro.

Pregunta: ¿Qué le pasó en su vida luego del pellizquito, el apetrón o la palmadita que sus padres dieron en la niñez? Pues nada. Como tampoco a mí ni a miles de ustedes lectores que seguramente recibimos una palmadita o un pellizco por alguna razón. Y ni yo ni usted –estoy seguro- repetimos para con los hijos esa práctica ni tampoco nos dejó una “enorme y oscura secuela que marcó el inicio de un círculo vicioso que normaliza la violencia”, como seguramente dirán los de los cuentos de la cripta -que pueden tener razón en algunos casos-, pero que solo defienden ciegamente una mirada, postura o esquina de los debates, porque les interesa es imponer su visión.

Este tema merece altura, profundidad, puntos de vista diversos y distintos, no copia y pegue de otros países, sin mirar sobre los acontecimientos históricos y el cómo ha funcionado de forma cierta allí; porque seguramente serán muchas las sorpresas al analizar las múltiples variables sobre comportamientos, realidades sociales, problemáticas y soluciones en esas sociedades que hoy la aplican o llevan años aplicándolas. Además de tener en cuenta cuáles son las características particulares de esa sociedad, por lo cual se adoptaron dichas leyes.

Puede que sea lo de moda, lo de quedar bien, lo políticamente correcto hoy para apoyar en público porque Francia lo adoptó y la directora del Icbf colombiano corrió rápidamente a anunciar que lo copiará, pero se requiere una verdadera discusión argumentativa sin show ni estrategias de imagen.

–Gersan-

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