Todos debemos ser El Testigo

Nelson Germán Sánchez

No creo exagerar al decir que es casi un deber moral que todos los colombianos viejos y jóvenes visitemos la exposición “El Testigo” del fotógrafo Jesús Abad Colorado, que se encuentra en el Claustro San Agustín de la carrera Octava 7 -21, justo enfrente, en la otra acera de la Casa de Nariño en Bogotá.

No se trata de irse a conmover al observar las fotografías expuestas en los cuatro salones dispuestos en el antiquísimo y hermoso recinto si no de detenerse un momento a reflexionar sobre lo que allí se ve; que sin duda alguna mantiene viva parte de la memoria del cruel y nefasta del conflicto armado colombiano que aún no termina. Y escribí al inicio que es casi un deber moral porque nos muestra de forma natural pero cruda, la capacidad de nosotros mismos de albergar tanta maldad, tanta bajeza contra otro ser humano e imprimir tanto dolor, temor y zozobra. “En Colombia no se sabe quién es Caín y quién Abel”, dice una de las leyendas que acompaña las fotografías, en clara alusión a todos los actores armados y no armados que accionaron tanta ruindad, porque son en un momento uno y en otro, el otro.

O como también lo dijo magistralmente nuestro paisano William Ospina en su texto Al Final: “todos profanaron la condición humana, todos se envilecieron”. Pues sí, ello es lo que allí queda claro. Son algo más de 500 fotografías, en su gran mayoría a blanco y negro, tomadas entre 1992 y 2018 en diversas partes del país, sobre las atrocidades de la guerrilla, las Fuerzas Armadas y los paramilitares que generaron el mismo resultado: un país adolorido y compungido por intereses políticos y económicos, en un conflicto que ha sido artificialmente impuesto desde los grupos de interés que controlan la tierra, el narcotráfico o parte de las estructuras del Estado. Las miradas perdidas, vacías, adoloridas, aterrorizadas son lo que más conmueve de la exposición, por dejar al desnudo la impotencia que exhiben los padres ante sus hijos en brazos, frente a la bestialidad de quien ostenta las armas; y fueron precisamente esas miradas las magistralmente capturadas por el lente de Abad Colorado.

Así mismo, resistencia y resiliencia, principalmente de campesinos, es lo que dejan ver nítidamente esas fotografías. Lo que no dejan ver son las heridas en el alma y el espíritu que a esos niños y sus padres dejaron tales actos demenciales. Si queremos entender lo que ha pasado -y sigue pasando en el país- es necesario asomarnos por el Claustro San Agustín, pero sin ideas preconcebidas ni falsas posturas ideológicas; ni mucho menos posturas de grandilocuencia, creyéndonos poseedores de la verdad absoluta relevada o de virtudes dianoéticas (como diría Aristóteles) que nos hacen hombres superiores, que desde la razón podemos juzgar a los otros de una y otra forma, a nuestra conveniencia; o de lo que es peor, prejuzgarlos sin tener completo el panorama de la historia colombiana reciente ni las piezas completas de ese rompecabezas que ha sido la lucha social, por los derechos, por poseer un pedazo la tierra, por la dignidad o del tipo que sea.

Esta es solo una invitación pública para que vayan, no se arrepentirán de esa hora que le regalarán a su humanidad y que sin duda alguna los convertirán en testigos más informados de nuestra historia patria. Hasta mayo pasado más de 400 mil colombianos la habían visitado. La entrada en gratis.

–Gersan-

Comentarios