#YoSoyNoticiasUno

Nelson Germán Sánchez

Mucho ha dicho el país sobre la pérdida que para el periodismo, la democracia, el control ciudadano, la crítica, la investigación seria y la denuncia, se pierde con el anuncio de cierre de Noticias Uno.

También y como siempre sucede, comienzan a saltar noticias conspirativas y de todo tipo que corresponden más bien es a “elongaciones” de postura psudo-ideológicas o de simples amores y odios contra Uribe y la derecha, las disidencias de las FARC y sus aliados o del periodismo, la libertad de expresión y de opinión.

Claro, valga decirlo sin ambigüedades, que al ex presidente Uribe, el Centro Democrático y el Gobierno nacional les debe estar corriendo un fresquito por todo el cuerpo y se les dibuja una sonrisa socarrona con semejante anuncio, que no les debe entristecer ni un ápice. Pero, pretender también que es su culpa directa, resultado de una nueva modalidad de censura, ya corresponde a lo de siempre: exageraciones al fragor de discusiones inanes.

Lo cierto es que de producirse ese cierre no solo sería catastrófico para la prensa, los medios y las empresas comunicativas en general, si no podría ser un preludio de lo que se viene y está sucediendo en otras partes del mundo donde el modelo del negocio y la fórmula de rentabilidad de los mismos cambió de forma abrupta, impulsada por la nuevas redes sociales, por los bajos costos de estas, su nivel de impacto e inmediatez, sumado a la posibilidad infinita de repetición, reiteración, acceso en cualquier momento, hora, lugar y demás etcéteras.

Es claro que lo de Noticias Uno no es un caso aislado en nuestro país frente a la crisis económica que soportan estóicamente, y la mayoría de veces en silencio, los medios de comunicación nacionales, regionales y locales. Además, porque se siguen midiendo por los estándares normales de audiencia, es decir, de cuántas personas ven su emisión en vivo y mientras dura el espacio; no se hace cuenta de sus repercusiones, impactos, visualizaciones posteriores, compartidos, seguidores, interacciones, marcación de agenda temática y todo lo demás, que permiten las redes sociales hoy y casi todo posterior a la publicación. Es decir, aunque el boom inicial en una red es el efecto inmediatez y burbuja expansiva, lo cierto es que la bola de nieve en crecimiento o impacto se mide muy posterior a ello, o por cuánto tiempo más la gente habla del asunto. A veces el número de seguidores ni interesa, porque no se asegura que estén conectados atentos e interactuando todos, al mismo tiempo y en el mismo tema.

El hecho es que según los índices de audiencia el noticiero estaba en 0.6 por ciento, ni siquiera un punto. Y en las tradicionales mediciones de medios para conocer el rating como una estrategia de mercadeo y marketing de productos, diseñada desde mediados del siglo pasado por los gringos, quien no tenga por lo menos un dígito o dos de ellos, simplemente no existe.

Nadie duda ni de su calidad periodística, del impacto que produce o de que tiene entre sus 200 mil o más televidentes a la opinión calificada del país, el mundillo político, los funcionarios públicos, los representantes gremiales y hasta los grupos al margen de la Ley, porque todos lo creen. Desafortunadamente la lógica del mercado y los negocios no lo ve así. Ojalá que hacer pública esta decisión sirva para que su audiencia crezca y las personas se den cuenta de que más allá de los me gusta o los emoticones, se necesitan audiencias, lectores o radio escuchas porque los medios de comunicación no dejan de ser empresas con gastos fijos, servicios públicos, nóminas y proveedores por pagar y eso se hace con los anuncios, comerciales, la publicidad, las suscripciones, los aportes, el pago por ver o accionistas.

Nada peor para la democracia o para el enorme caldo de cultivo de la corrupción y los abusos del poder, que el unanimismo en medios de comunicación, el cierre de estos o su quiebra económica, porque la labor de entrega, disciplina, riesgo, estudio, mística de periodistas en los medios no los coparán un “youtuber”, “bloguero”, “influencer”, “instagramer”, motivadores, sanadores en red, chamanes o charlatanes. ¡He dicho!

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