El 21, el día “D”, de marchar

Nelson Germán Sánchez

Creo que nunca antes una marcha convocada por sectores sociales, independientes, estudiantes, docentes, transportadores, sindicatos, centrales obreras, movimientos ciudadanos, voces alternativas, había puesto tan nervioso al “establishment” colombiano.

No sé si es pura percepción, pero podría ser el propio Gobierno central y su partido los que están visibilizando más la marcha, dándole ribetes exagerados, generando pánico, tratando de desdibujarla frente a los derechos, el apoyo a sectores como la educación, la salud, a la vida y respeto al medio ambiente que se reclaman.

También, podrían ser sectores recalcitrantes de la derecha, los que comienzan una propaganda sucia frente a esa movilización popular para llevarla a la categoría de terrorismo y desdibujar la protesta social en general; que son esos mismos sectores los que difunden videos con supuestos integrantes de izquierda, de grupo ilegales o de estudiantes de universidades públicas invitando a hacerse sentir con violencia.

Claro que tampoco se puede desconocer que existen sectores de esa izquierda obtusa, de pensamiento trosquista-leninista, de la vieja usanza radical rusa-cubana, que quieran aprovechar en río revuelto y levantar sentimientos perversos para caotizar el orden público. Que aprovechan esa sensación general de desgobierno, de que el estilo Duque no escucha al ciudadano, gobierna a espaldas de él, deja a sus ministros prender hogueras con propuestas impopulares y absurdas, con un pésimo liderazgo entre muchos sectores y carente de buena y estratégica comunicación y que envía mensajes erráticos o poco convincentes sobre sus decisiones en el poder ejecutivo.

Por su puesto, con la seguridad ciudadana que se complica a cada minuto, cerca de 300 líderes sociales asesinados desde que inició su presidencia, el desempleo en alza, los hombres más emblemáticos por casos de corrupción del país quedando libres por vencimiento de términos y sonriendo ante cámaras, las EPS cayendo como castillo de naipes y una sensación de beneficio estatal hacia el grupo bancario financiero de Luis Carlos Sarmiento, entre otras cosas, el panorama es bien complejo para el Presidente, porque cualquier mentira que se quiera decir sobre su mandato, lo que haga o pretenda hacer, es fácilmente vendible y creíble.

Antes de ese paro nacional, que podría alargarse o complicarse, el Presidente Duque debería reinventarse, oxigenarse, buscar nuevas y modernas maneras de comunicarse con la gente y destacar sus aciertos. Retomar la imagen, figura y manera de comunicarse de cuando era el Duque senador, un hombre que pensaba por sí mismo, decía cosas que interesaban y pesaban para el debate económico, social o político, menos acartonado y que convencía por la claridad de su pensamiento. Se estuviera o no de acuerdo con él.

No es con la manida fórmula de tratar de desprestigiar el movimiento y el paro que logrará aliados entre los ciudadanos ni convencer. Sí lo sería ofreciendo todas las garantías para las movilizaciones, dejando claro que respeta la protesta social como expresión política legítima, reconociendo que si la gente está alzando la voz es porque sienten que algo no va bien y no simplemente porque sean vándalos, terrorista o borregos engañados por sus adversarios políticos. Al contrario, esta es una oportunidad para recomponer el rumbo, pedir más resultados a su equipo y fijar metas cumplibles que puedan ser permanentemente públicas.

Claro, se entiende el nerviosismo suyo y de sus aliados políticos y económicos, por lo que ha sucedido en los patios vecinos con el despertar del descontento de las clases populares, medias y bajas en Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina y Chile, que se sintieron ahogadas económicamente y excluidas del contrato social.

Por el bien de todos, espero que esa marcha-paro inicie y termine bien. La gente lo haga en paz y masivamente, que no se dejen provocar ni caigan en las trampas de unos ni de otros que quieren caotizarla para sacar réditos políticos. También, que se entienda que el vandalismo contra el comercio, las instituciones, el transporte público y la autoridad misma no tiene nada que ver con protestar y reclamar derechos. No es cierto, que la democracia esté en riesgo. Protestar, parar y marchar, es democracia.

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