Desempleo en Ibagué, enemigo # 1

Nelson Germán Sánchez

No me cansaré de escribir que la mayor tragedia de Ibagué es que siga manteniendo durante los últimos años y -ya casi décadas- tan altos índices de desempleo y de empleo informal o informalidad laboral. La última cifra del Dane que la ubica con un 15.6 por ciento, tan solo superada por Quibdó, es un hecho preocupante a más de aberrante.

Ya todos conocemos que según las teorías económicas las variables del desempleo son exógenas en muchos casos y no dependen tanto del ciclo comercial, industrial, de servicios de un lugar determinado; pero también sabemos que hay medidas de choque que han permitido a otras ciudades del país y del mundo atacar tan altos indicadores y obligarlos a bajar a punta de absorber mano de obra en inversión pública, promocionando cierto tipo de actividades y generando apoyos, créditos blandos -no bancarios- y acompañamientos específicos a microempresas, famiempresas y emprendimientos. E Ibagué sí que está lleno de esto último.

Por tanto, creo que es perentorio que desde la semana entrante se conozcan los planes y acciones que tanto la administración municipal como la departamental tienen listos para poner literalmente a Ibagué en obra, impactar desde muchos frentes la ciudad para dinamizar la contratación.

Es claro que por Ley y por tradición administrativa se gasten los primeros seis meses u ocho meses de gobierno en la construcción, discusión y aprobación del Plan de Desarrollo que guiará las inversiones y prioridades de los ejecutivos, pero también es cierto que al ser una situación que se ha vuelto puramente formal-legal, los mandatarios ya sepan qué es lo que se debe hacer, dónde hacerlo, por dónde empezarlo (para esos sus planes de gobierno); por lo cual, a la par del encuadre y de la retórica participativa del plan, para darle apariencia de democracia ciudadana, se trabajan en otros frentes como el financiero, el relacionamiento institucional con el Gobierno Nacional y el sector privado para comenzar casi que inmediatamente con obras y proyectos sociales.

No nos llamemos más a engaños que las transformaciones de Barranquilla, Pereira, Medellín, Montería, Manizales, Bucaramanga e incluso la de Bogotá, no comenzaron en el segundo año de mandato de los gobiernos como se volvió paisaje natural en Ibagué y el Tolima, sino casi que en el segundo mes de su primer año, pues mientras se surtía la discusión del plan de desarrollo, se actualizaban, adecuaban y ejecutaban las obras que ya venían, se continuaban los programas mientras se les cambia el nombre y se ponía el logo y eslogan de las nuevas administraciones.

Y ante el drama que es el desempleo creo que sería bueno que el hacer y la prontitud se convirtieran en los mantras del nuevo Alcalde y el nuevo Gobernador, quien a propósito ha prometido invertir a raudales en la capital del departamento. Y es que mejorando el empleo digno, decente y bien remunerado se estimula obviamente el flujo de dinero que se requiere para mover la economía interna, mantener el comercio y los servicios activos, así como un mejor ánimo que es directamente proporcional al consumo; al nivel de orgullo y pertenencia por la ciudad, que estimula actividades, el movimiento interno y un mejor estado de bienestar.

Así mismo, más ocupación es menos delincuencia, más oportunidades de desarrollo personal, más pago de impuestos que se revierte en más seguridad e inversiones sociales. Ese sí que es el círculo virtuoso, más allá de la manida pero efectiva teoría keynesiana. Avanzar, accionar, moverse, ejecutar es lo que la ciudad demanda y los ibaguereños estamos ávidos de ver. Menos diagnosticar, planificar, actualizar y pensar que es de lo que siempre y nos tiene con semejante tasa de desocupación hoy. Lo digo, porque es que ya los oímos con los discursos de ciudad soñada, futurista y no sé qué, y eso de entrada preocupa, porque es como disculparse por adelantado por meses o años de inacción.

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