De escribir se trata

Benhur Sánchez Suárez

“La neblina sintió frío y deseo. Solucionó el problema apareándose con la montaña. Empezó a cubrirla”.

La anterior es una de las minificciones de Carlos Arturo López que aparecen en el libro “Cincuenta minicuentos”, que es una antología elaborada por los integrantes del taller Relata - Liberatura Ibagué.

El libro fue publicado a finales del año pasado en Bogotá. La edición y compilación estuvo a cargo de Martha Fajardo Valbuena, directora del taller.

Sin tanto bombo fue lanzada esta publicación poco antes de terminar el año, como muestra del resultado que ha tenido el ejercicio de la escritura en este taller, que ya lleva funcionando en Ibagué unos cuantos años, con el auspicio del Ministerio de Cultura, la Universidad de Ibagué y el Banco de la República.

El libro tiene dos virtudes: una visual y otra literaria. La primera tiene que ver con el objeto en sí, es decir el libro mismo, porque tiene connotaciones artísticas. Da gusto tomarlo en las manos para degustar no sólo la lectura, sino el acopio de ilustraciones que responden a un diseño pensado en un lector ocupado que no dispone sino de cortos momentos de esparcimiento.

Esta riqueza visual es posible porque hay una suma de artistas que aportan sus viñetas con el fin de lograr el objetivo de la atracción y el complemento ilustrativo de los textos. Algunas de ellas son de los mismos autores de los minicuentos.

También se destaca el diseño general, que sorprende por la calidad estética en la que se conjugan imágenes, tipos de letra y disposición del material a lo largo de las 162 páginas que constituyen el libro. Las páginas en negro, sobre las que resaltan las ilustraciones, antes que darle tonalidades lúgubres, lo que producen es el goce del contraste estético.

La virtud literaria, como es obvio, la constituye la calidad de los 50 textos seleccionados que, como el que inicia esta columna, es un verdadero alarde de brevedad y profundidad.

El libro se devora con rapidez y son múltiples los sentimientos que logra despertar en quien lo lee, pero nunca los de la decepción o el aburrimiento.

Me alegra encontrar tantas posibilidades para el ejercicio de la escritura en Ibagué, tanto futuro. Hay un semillero indudable que se hace palpable en quienes integran la publicación.

Felicito a Martha Fajardo por este resultado tan concreto en la búsqueda de hacer de la creación literaria el sano ejercicio de la imaginación y el cabal uso de las palabras.

Y, por supuesto, felicito a los autores, porque van con paso firme rumbo a consolidar su vocación literaria.

A escribir se aprende escribiendo. Y leyendo. Porque de escribir se trata, más aún con una buena orientación.

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