Aprendiendo a leer

Benhur Sánchez Suárez

En 2016 se cumplen 200 años de la aparición en el mundo de dos de los seres de ficción que han poblado de pesadillas la humanidad en estas dos centurias: Frankenstein y el Vampiro (origen de Drácula).

Quizá no se celebre este bicentenario, pero el más reciente libro de William Ospina (Padua, Tolima, 1957) publicado bajo el título de ‘El año del verano que nunca llegó’, me ha enseñado sobre esta efemérides.

En Villa Diodati, cerca del lago Leman, Ginebra, Suiza, se reúnen Lord Byron (1786 - 1824), Percy Shelley (1792 - 1822), Mary Shelley (Wollstonecraft) y John Polidori (1795 - 1821) para pasar el verano de 1816. Sin embargo, el verano no llega y una larga noche de tres días los obliga a permanecer enclaustrados en la Villa.

Ahí Mary Shelley escribe su Frakenstein y Polidori esboza su Vampiro, que ya en 1897 Bram Stoker convertirá en Drákula. Es el resultado de la iniciativa de Byron, quien esa noche los reta a escribir cuentos de terror, nos cuenta William.

El autor se involucra en la narración, lo que le permite entregarnos su periplo investigativo, sus viajes en búsqueda de información y datos sobre aquella noche y descubrir elementos de la vida de los participantes, lo que da vida a biografías muy humanas de estos autores tan reconocidos.

No es novela, a mi modo de ver, porque no hay sorpresa, no hay intriga, ni siquiera una aventura de amor, sino que la narración está ceñida a la historia y a su gran conocimiento del tema.

Diría más bien que es una crónica literaria o un ensayo donde se desarrolla la vida y obra del poeta mayor del romanticismo, Shelley, la presencia cautivante y controvertida de Byron y las de los creadores de los monstruos que copan dos siglos alimentando el horror de muchos seres atormentados y acomplejados frente al espectro de la muerte.

El logro de William es, quizá, entregarnos su proceso de indagación, un ejemplo de cómo se ha de investigar para escribir un libro, la bitácora de sus viajes en busca de certezas, el relato gastronómico con sus invitaciones y visitas, es decir, que haya involucrado en el desarrollo de las biografías un itinerario actual que rompe la monotonía de las biografías clásicas. Es tal vez la parte más ficcional del libro. Incluso hay una visita rápida y amorosa al Tolima.

‘El año del verano que nunca llegó’ es, desde su título, comprobación del lenguaje que William ha adoptado para transmitir su experiencia intelectual, lenguaje fluido, ampuloso, fatigante a veces por la abundancia de las descripciones, muy acorde al tema del romanticismo que trata. Es un lenguaje poético.

Será esta una obra controversial que a muchos puede no gustar pero que, sin duda, hay que leer.

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