Holanda joven

Benhur Sánchez Suárez

Puede parecer que quiero ser especialista en literatura holandesa contemporánea. Ni más faltaba. Sólo aprovecho la ocasión de tener a mano varios autores holandeses, cuyos nombres y obras nunca había oído mencionar, y a gozar del vicio incurable de la lectura.

Milagros de las Ferias, que aún resuenan por estos lares pues, como ya lo he dicho, las novedades, cuando llegan a nuestro medio, lo hacen con bastante atraso. O no llegan.

Ya tuve oportunidad de mencionar a Cees Nooteboom, su libro “Cartas a Poseidón”, y recomendar su lectura. Un autor maduro e intelectual, filosófico y profundo, de una prosa exquisita.

Ahora es Mano Bouzamour. Muy joven, nació en Ámsterdam en 1991. Su novela “La promesa de Pisa”, no sólo es su ópera prima sino una muestra de un universo totalmente distinto al de Cees.

Se trata de cómo vive y se desarrolla la juventud holandesa, en especial por ser el autor de origen marroquí y representar un grupo social marginal, como si dos universos convivieran en un mismo espacio, pero sin reconocerse, tal vez sólo tolerándose.

Es una novela juvenil, no sólo por la manera como aborda el tema, su lenguaje desenfadado y actual, sino por los protagonistas, jóvenes que conforman mundos paralelos, el del estudiante de una escuela elitista y el de un joven delincuente, reflejos de la realidad pero con hechos ficticios.

Los protagonistas son los hermanos Zafar y los hechos están narrados desde la perspectiva del más joven, Sam Zafar el estudiante, que tiene a su hermano mayor como su ídolo.

La promesa de Pisa es, precisamente, el pacto que el menor sella con su hermano mayor, cuando se encuentran en un reconocido establecimiento con ese nombre en Ámsterdam, de sacar su diploma de bachiller por encima de toda circunstancia.

Sam ha logrado el cupo de manera casi milagrosa y de ahí la promesa pues va a ser el único de la familia en alcanzar esos estudios. Sus padres son analfabetas, a duras penas hablan el holandés.

En la novela transcurren los conflictos sociales, amorosos, religiosos y económicos que se derivan de dos estratos sociales antagónicos. A Sam lo salva la música y la historia, que son su obsesión, mientras su hermano termina en la cárcel, traicionado por Suse, su más entrañable amigo.

Sam asiste al juicio, se da cuenta de la traición y a partir de ese momento se promete vengar tamaña ofensa. La venganza es, de alguna forma, uno de los ejes sobre los cuales se desarrolla la trama.

El lenguaje es cotidiano e irreverente, enriquecido por la jerga juvenil. El marroquí no es tan musulmán como parece y se inserta en la sociedad holandesa hasta ser absorbido por ella.

Otra buena lectura que puedo recomendar.

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