La fragilidad de los invisibles

Benhur Sánchez Suárez

Lo primero que se siente al visitar la exposición “Víctimas o victimarios” de la maestra Inirya Libertad Restrepo Camacho, colgada en la galería “Viva el arte”, es el terror frente al peligro invisible de la muerte.

El panorama es el siguiente: al entrar en la sala el visitante se encuentra con que está cubierta por un toldillo o mosquitero salpicado por la silueta de cientos de zancudos.

En las paredes, a la izquierda, una serie de fotografías intervenidas con la figura de la mujer que hace las veces del insecto que succiona sangre, que es vida, para mantener su especie, y a la derecha una serie de dibujos a la tinta y al carboncillo, encantadores en el tratamiento de la línea y la figura, terroríficos en la significación de su secuencia.

La obra de Inirya Libertad es un conjunto, es más, una secuencia lo que quiere decir que la significación mayor sólo se puede lograr en la visión total pues cada parte independiente o separada no tiene la misma contundencia del conjunto.

Pienso que la obra expresa la búsqueda del equilibrio entre lo que se quiere contar y la forma lo lograrlo. Es decir, se recupera la factura como planteamiento estético sin detrimento del contenido, que es sobrecogedor, y viceversa, el planteamiento no erosiona la calidad de la obra.

La preponderancia de uno sobre lo otro genera un arte impenetrable, ajeno a la comunicación que pretende ser conocimiento y goce estético al mismo tiempo. Los formalistas producen obras sin mayores argumentos interpretativos (el abstraccionismo y sus variantes) y los contenidistas jalonan discusiones, pero no aportan estéticamente al goce del arte (arte conceptual y sus variantes).

Lo ideal es el equilibrio entre eso que en el siglo XX se llamó forma y contenido y ha ido desapareciendo de la búsqueda de los artistas.

De ahí que en el planteamiento de “Víctimas o victimarios” encuentro parte de ese equilibrio perdido. Llama la atención sobre la fragilidad del ser humano frente a la naturaleza, de cómo un insecto insignificante y casi invisible al alimentarse de nuestra sangre e inocularnos un virus de esos que tanto sufrimiento han traído al mundo, puede ser juez de nuestra vida.

Y la factura del dibujo es concluyente, delicado manejo de la calidad de la línea y la sombra. Sobre la fotografía tengo mis dudas. Aquí la fotografía atiende más a la significación, su calidad no es óptima porque es más reporteril que artística, cumple su función de transmitir el mensaje en la forma más escueta posible.

La exposición también me sirve para llamar la atención sobre el apoyo que se le debe dar a estos ambientes culturales como “Viva el arte” que con esfuerzo sobrevive en Ibagué.

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