La perra ganadora

Benhur Sánchez Suárez

Una mujer acepta que ya no podrá tener hijos y decide adoptar una perra. En ella volcará el amor reprimido y la ternura que le hubiera dado a un hijo propio.

Damaris es la mujer y la perra es Chirli, transcripción fonética de Shirley, nombre con que decide llamarla, en parte como recuerdo de la reina Shirley Sáenz y en parte por el nombre que hubiera utilizado si hubiera tenido una hija, por la misma razón.

Ellas son las protagonistas de la novela “La perra”, de Pilar Quintana (Cali, 1972), que hace pocos días fue distinguida con el IV Premio de Biblioteca Narrativa Colombiana, instituido en Medellín para impulsar obras publicadas cada año en el país.

El escenario es el Pacífico, un pueblo perdido en la costa con una exuberante selva donde Damaris cuida la propiedad de los Reyes, blancos del centro del país.

Damaris resume mucho el modo de ser de la mujer provinciana, acechada por miedos y tabúes, aunque, al mismo tiempo, de un valor humano que sobrepasa la admiración porque debe superar el atraso, el machismo, la condena a la esclavitud de la pobreza, y exhibir la honradez para mantener la frente en alto a lo largo de su vida.

La violencia que hay sólo es la de la lucha diaria. Por eso es una novela distinta, sin los dramas que han absorbido la narrativa colombiana de los últimos tiempos (narcotráfico, conflicto armado, etc.) sino una suma de días en la que la relación mujer - animal logra desentrañar la verdadera condición humana. Lucha con la selva, con el mar, con las tormentas pavorosas y lucha con los seres que comparten el atraso y la sumisión como condición de vida.

Los demás personajes son accesorios, (Rogelio el marido, Ximena la hippy marihuanera, Luzmila, Elodia, etc.), aunque son soporte fundamental en el desarrollo de la historia. Así que ella se apoya en ellos para reconstruir a través del recuerdo los episodios que consolidaron su vida y en parte la vida de la comunidad a la que pertenece.

Bella novela. Muchos podrán confundir la sencillez con la elementalidad. Pero la autora demuestra no solo una increíble facilidad narrativa sino un conocimiento preciso del lenguaje, con el que no se extralimita en palabrería innecesaria.

Lejos de ser elemental, “La perra” conlleva en su brevedad un universo interior con el cual fácilmente nos identificamos los lectores, ya porque hayamos vivido circunstancias parecidas, porque nos regresa a la infancia, o porque reconocemos el retrato del paisaje y de los seres que lo habitan.

La novela es una pequeña joya que me recuerda por su intensidad y fluidez a “El viejo y el mar” de Hemingway, o “La perla” de Steinbeck.

Para leer en un suspiro.

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