Paisaje y vida

Benhur Sánchez Suárez

El paisaje no sólo es parte de la vida del hombre, porque en él se ha movido a lo largo de la historia, y sobre él ha evolucionado resolviendo sus necesidades, sino porque ha logrado dejar testimonio de él a través del arte.

Su desarrollo espiritual siempre ha estado ligado a la imagen, desde el concepto mitológico de la vida hasta su apropiación como elemento constitutivo de su cotidianidad.

Unas veces el paisaje ha sido telón de fondo, escenario donde se representan los más profundos elementos de la condición humana, otras, protagonista en sus múltiples manifestaciones de su desarrollo sobre la tierra.

Ha acompañado la evangelización de las religiones, ha acomodado sus formatos a la intención de las jerarquías antes que a las necesidades artísticas del hombre, pero siempre ha habido un resquicio por donde se filtra el aire del lugar a donde pertenece el artista. Digamos que ha hecho más comprensible el mito a los ojos profanos de los hombres.

Muy juiciosamente el Banco de la República ha organizado con sus colecciones particulares, exposiciones didácticas que acercan al público a desarrollos muchas veces inéditos del arte nacional.

Esta exposición del paisaje, que cuelga en la sala del segundo piso del Banco de la República en Ibagué, titulada “Decir el lugar: testimonios del paisaje colombiano”, es un ejemplo bien diciente.

Hermoso y breve recorrido por ese tema inacabable que llamamos paisaje, que ha sido utilizado a lo largo de la historia del arte en todas las escuelas y se han dado como desarrollo del arte nacional.

Brevísimo recorrido, por supuesto, pocos artistas es verdad, pero una mirada justa que nos abre la ansiedad de retener nuestros propios paisajes. Por fortuna, el territorio del Tolima Grande está representado en dos obras, pequeñas pero suficientes, una del huilense Ricardo Borrero Álvarez, “Salto del Tequendama” (1915) y otra del tolimense Darío Jiménez, “Sin título” (1960), que no sólo son reflejo de sus estilos, sino también de lo que somos en cada una de esas épocas.

Así que la historia de estos testimonios arranca con una muestra del siglo XVII, pasa por los dibujos de los viajeros que recorrieron la Nueva Granada, hasta mostrar artistas de distintas épocas como Andrés de Santamaría con su “Paisaje” (1894), Gonzalo Ariza con “El cafetal” (1959), Noé León con “Quietud amazónica” (1969), pasando por el impresionante grabado de Alfonso Quijano, “La cosecha de los violentos” (1968), las fotografías de Olga Lucía Hurtado, “Evanescente” (2008) y concluyendo con un video Oscar Leonte Moyano titulado “Aguacero” (2010).

Es indispensable que el público responda al llamado del Banco para visitar esta hermosa exposición donde luce toda su capacidad no solo de conservar y mostrar, sino de ordenar para que haya una historia creíble que observar.

Comentarios