El poder detrás del trono

Benhur Sánchez Suárez

Muchos dicen que el poder lo ostentan los medios de comunicación. Sólo que detrás de ellos están los dueños del poder económico, es decir, de los latifundios, de las empresas, de la banca, del trabajo, de la educación, de la salud y de cada movimiento que tenga que ver con la vida de los colombianos.

Y los medios son empresas, grandes empresas, que absorben tanto poder que se tornan informes, casi abstractos, capaces de manipular la opinión pública, de orientar la conducta ciudadana, de volver paradigma lo que no tenía forma alguna.

El 11 de marzo se llevaron a cabo las elecciones legislativas y la consulta interpartidista de dos agrupaciones políticas. Y en este ambiente los medios hicieron su agosto, demostraron toda su capacidad para manejar y orientar la opinión pública. Es decir, el poder económico defendió su privilegio a ser quien maneje la escena política del país, el verdadero elector de quienes van a ser los que pongan en práctica sus proyectos y aterricen sus ambiciones.

Resulta que las consultas interpartidistas, como su nombre lo indica, son un ejercicio dentro de los partidos, un mecanismo que utilizan las agrupaciones para seleccionar un candidato propio a una elección determinada, en este caso a la elección del próximo Presidente de la República en mayo.

En estas consultas no se enfrentan los partidos, sólo eligen su representante para la verdadera confrontación presidencial, es decir un candidato, que bien hubiera podido ser escogido por otros mecanismos.

Así que el candidato debía ser elegido por los miembros del partido, militantes si los había, que debían acudir para darle piso a esa candidatura. Ellos podían ser electos por un número indeterminado de votos en cada una de las colectividades.

Pero resulta que los medios convirtieron en trascendental una escogencia particular, que debió ser resuelta al interior de cada colectividad y no involucrando a la base electoral general. Incitaron una medición indebida de fuerzas electorales para imponer su propia opinión y su propio criterio.

De esta manera se exacerbó la ambición electoral, se pusieron de manifiesto los fraudes más socorridos en la historia política del país, se inflaron los resultados con una piñata en que se buscaron votos de quien fuera con tal de demostrar una fuerza que nunca han tenido en la realidad.

La confrontación, que no debió existir, hizo que se contaran primero los votos de las consultas que los otros, la verdadera elección de congresistas, y que los dueños del país sonrieran en las primeras planas y pantallas de sus medios, como lo han hecho siempre.

Y eso por efecto de los medios. Perdón, de los dueños de los medios. Y, para peor desgracia, nosotros tenemos que pagar los gastos de esa farsa.

Comentarios