La estrategia

Benhur Sánchez Suárez

Desde que tengo uso de razón he oído hablar de lo poco que se lee en Colombia y de campañas de promoción para hacer de nuestra patria una nación lectora. Sin embargo, en pleno siglo XXI, leemos en promedio 2.09 libros al año. Es decir, nada. Así, pretendemos ser el país más educado del mundo. Demagogia electorera.

Además, según HSBNoticias, el “Index of Ignorance 2015” indica que Colombia es el sexto país más ignorante del mundo.

Hablo de la lectura de lo que nos rodea, no solo libros. Es decir, hoy es mucho lo que tenemos por leer so pena de ser arrasados por la vida y, lo que es peor, ganados por la muerte.

Lo cual quiere decir que leer es, por decir lo menos, una estrategia de supervivencia.

Uno de los objetivos del hombre es el conocimiento. Y para ello ha contado a través de la historia con dos herramientas. La primera es la experiencia. Experimentar y equivocarse, experimentar y acertar en el intento y deducir en cada acto una manera de dominar el medio en el cual nace y se desarrolla.

La segunda es la lectura, que determina los avances del hombre a niveles inimaginables. La lectura permite evadir el crear conocimiento por la experimentación propia y ganar cientos de años con la experiencia consignada por quienes ya han pasado por ella.

Entonces, si me preguntan en qué radica la importancia de la lectura, diría que en la adquisición del conocimiento y en el goce de ir más allá de la misma realidad.

Pero ¿cómo queremos ser lectores si en la mayoría de los pueblos de Colombia no hay librerías, las bibliotecas son precarias cuando existen y el acceso a la tecnología, digamos la Internet, es limitado e insuficiente, por más que se cacaree otra realidad?

Yo leo un promedio de cincuenta o sesenta libros por año. Eso es nada respecto a lo que sale a librerías y en el universo digital. Cinco libros mensuales. Bueno, pero yo he llegado a este estado de locura porque mis padres me enseñaron con su ejemplo a leer. No el proceso mecánico, obligatorio, que enseñan en la escuela, sino el amor al libro. Para reconocer el mundo y para gozarlo.

Papá tenía su pequeña biblioteca abierta a nuestro asombro. Nunca nos prohibió tomarlos y leerlos. Tampoco nos obligó a leer alguno. Él leía y nosotros seguimos su ejemplo. Por eso amo la lectura. Y también amo al libro, aunque no solo leo libros físicos.

Entonces, la estrategia para lograr lectores es el ejemplo. Si padres y maestros no leen, ni sus hijos ni sus alumnos leerán nada.

Lean y compartan. Sólo así se supera ese 2.09 libros, nuestro nivel de miedo de lectura.

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